RESUMEN
Palabras clave:
muexca,
muysccubun, Facatativá, Tocatativa, Chueca.
Abreviaturas:
AGN= Archivo General de la Nación.
CF= Cátedra Facatativá.
IAP= Investigación, acción, participación.
Ibid., ibidem= Tomado del mismo lugar.
PAF= Parque Arqueológico de Facatativá.
SIC= Del latín sic, así. Se emplea para denotar
que lo citado es fiel copia.
DESCIFRANDO
LA HISTORIA ENTRE PIEDRAS Y MUROS
Por: Nabonazar Cogollo
Ayala
En la población de
Facatativá, donde durmieron la primera noche,
El general (Simón Bolívar)
se despidió de los acompañantes espontáneos
Y prosiguió el viaje con
su séquito. (…)
El general había amanecido
de mal humor en Facatativá, pero fue mejorando a medida
Que descendían de la
planicie por un sendero de colinas ondulantes,
Y el clima se temperaba y
la luz se hacía menos tersa.
El
alma de un enamorado de la historia, la poesía clásica, la tradición y la
cultura se emociona hasta las lágrimas en el centro urbano de Facatativá, donde
la tradición viva de un pasado emerge entre las frías neblinas mañaneras para evocar
la imagen del Libertador Simón Bolívar entrando a la plazuela local con su
séquito de soldados acompañantes entre los años 1815 y 1830. O quizás para
evocar un poco más atrás a los hombres del conquistador español don Gonzalo Jiménez
de Quesada hacia 1538 quienes en feroz contienda contra los uwas (capitanes) defensores
del zipa Tisquesusa, los iban persiguiendo para arrebatarles el secreto de la
ubicación del fabuloso tesoro de El Dorado compuesto por objetos votivos
de oro, plata y tumbaga que los muexcas ofrendaban a sus dioses ancestrales y
que en los hispanos exacerbaba la codicia y el deseo de expropiación tan propios
de la mentalidad occidental.
[LA CIUDAD ES COMO UN LIBRO
Por tus calles de añejas andaduras
Pasó un día la historia entre crespones…
De nubes que a patriotas batallones
Arropaban en sus cabalgaduras.
Desde el Zipa que mira en las alturas
Hasta Olalla que eleva sus pendones…
Al crear la Encomienda en los faldones
Del Manjui de prolíficas verduras.
Oh ciudad de pretéritas leyendas
Que has venido del tiempo en las calendas
A un mañana de luz que nos contagia…
En tus piedras y muros y conventos
Hablan claro los viejos monumentos
¡De un ayer salpicado de nostalgia!]
1.
EN
BÚSCA DEL PAÍS DE LA SAL
El pueblo muexca o muisca, mal
llamado después por los españoles chibchas o “moscas”, fue una
gigantesca nación o parcialidad indígena la cual se asentó en buena parte de lo
que hoy en día son los departamentos de Cundinamarca, Boyacá, Santander, parte
del Quindío, parte del Casanare y parte del Magdalena. Los vamos a denominar muiscas,
aunque los muisca-descendientes se autodenominan muexcas y se
ofenden cuando se los denomina chibchas porque -afirman ellos-, dicho
nombre se trató de una deformación introducida involuntariamente por los
españoles durante los primeros contactos entre ambas culturas hacia el ya
lejano año de 1537.
La expedición de cuatro barcos
veleros bergantines que venían recorriendo el río grande de la Magdalena era
capitaneada por el soldado español de origen extremeño don Gonzalo Jiménez de
Quesada, secundado por el oficial Juan Gallegos y por los capitanes Juan
Albarracín y Gome del Corral. Corría el legendario año de 1536.
El objetivo principal de
aquellos europeos era recorrer los territorios del interior del país y tomar
posesión de las nuevas tierras descubiertas a nombre de las coronas unidas de
Castilla y León, porque desde 1510 ya venían recorriendo las costas y hasta
habían fundado una primera ciudad, Santa María la Antigua del Darién, en
territorios que hoy en día forman parte del municipio chocoano de Unguía. Pero
esa ciudadela fue incendiada una y otra vez por los feroces indios del Darién.
Por ello los españoles optaron por crear nuevas fundaciones en sitios más
seguros y menos conflictivos por parte de los lugareños. La expedición por el
Magdalena fue terrible, el ataque de enfermedades tropicales completamente
desconocidas por los europeos, además de los mosquitos y caimanes del río le
dieron a esta expedición el toque de hazaña épica. La expedición se componía de
dos partes, los que venían por barco y los que venían por tierra siguiendo las
riberas del río, estos últimos se movilizaban en los desconocidos caballos a
cuya sola vista los indígenas atemorizados huían porque nunca en su vida habían
visto aquel extraño animal. Los soldados también traían perros de caza que
azuzaban contra los asustados indios caribes quienes salían despavoridos ante
la sola presencia de los canes. Pero lo que más miedo les daba a los indígenas
eran los llamados “palos que vomitaban fuego”, es decir, los arcabuces que
traían los españoles, cuyas detonaciones les parecían relámpagos acompañados
con temblores de tierra. La tecnología del arma de fuego, el mosquete y la
pólvora eran completamente nuevas para los indígenas americanos.
Pero los indígenas no perdían
la oportunidad de atacar a los foráneos porque para ellos eran unos invasores,
se trataba de los feroces indios caribes, quienes, sobreponiéndose a sus
temores, les daban guerra a los recién llegados y les ponían trampas de pozo y
les daban guazabaras entre otros artificios de guerra. Los atacaban con
dardos emponzoñados que les arrojaban empleando las cerbatanas o bodoqueras, o
también con lanzas arrojadizas de largo alcance y con flechas o venablos. Los
soldados de infantería sufrieron grandes bajas, tan terribles fueron los
estragos sufridos que Jiménez de Quesada tuvo que enfrentar un intento de
amotinamiento de sus hombres quienes avanzaban a la ventura en un mundo
desconocido donde a cada paso saltaban culebras mortales y sabandijas nunca
antes vistas. ¡Además de que bajo las uñas un diminuto insecto americano, la
nigua, venía atormentando a los desesperados españoles! Estos querían poner fin a la aventura y
regresarse a Santa Marta cuanto antes, pero el pulso firme de don Gonzalo lo
evitó… ¡Tenemos que llegar al nacedero mismo de este río! ¡Con la
venia de Dios y del apóstol Santiago! ¡Si nuestros antepasados, los
caballeros cristianos pudieron derrotar a los moros bereberes en la batalla de
las Navas de Tolosa, no habrá indio que nosotros no podamos derrotar! ¡Ea! ¡Santiago
y cierra España! Les repetía con ardimiento, la orden la obedecían de mala
gana…
De otra parte, las provisiones
y alimentos ya escaseaban. Y sucedió
algo terrible, pero que a la vez fue providencial… ¡Se les acabó la sal! Este
era el condimento natural con que se adobaba la carne, para, además de darle
sabor, evitar que esta se pudriese. En aquellas condiciones tan duras y con los
indios a lado y lado del Magdalena atacándolos todo el tiempo, era muy difícil
que pudieran cazar para conseguir carne, por lo cual tuvieron que consumir
algunos de los caballos de a bordo. Cuando la sal se les acabó, la poca carne
que tenían se les dañó y obligadamente tuvieron que hacer parada en un puerto
indígena donde curiosamente los indios lugareños los recibieron con
hospitalidad y hasta comida les dieron. Ese puerto o ensenada fluvial supieron
que los indios lo llamaban La Tora, lo que posteriormente llegó a ser Barrancabermeja,
porque en aquel lugar las tierras son rojizas. ¡Aquellas tierras eran planas y
de gran hermosura! Los hombres de Jiménez de Quesada cuando arribaron a La
Tora, hambrientos y enfermos como venían, gritaron de alegría: ¡Tierra
buena, tierra buena! ¡Tierra que pone fin a nuestra pena!
Hubo en tiempos de la Real
Audiencia de Santa Fe un sacerdote de origen español muy erudito llamado
don Juan de Castellanos, quien había nacido en Alanís, Provincia de Sevilla,
España, en 1522, y quien falleció en la ciudad de Tunja, Boyacá, el 27 de
noviembre de 1607. Era un hombre amante
de la historia y él se dedicó a crear una obra gigantesca titulada Elegías
de Varones Ilustres de Indias, la cual está considerada el poema más largo
jamás escrito en lengua castellana. ¡Dicha obra tiene 113.609 versos! Le
trabajó durante 40 años y parece ser que la dejó inconclusa, pero aun así es
una obra ciertamente maravillosa, escrita en décimas reales al mejor estilo de
un poema similar en la forma escrito unos años atrás por el también español don
Alonso de Ercilla y Zúñiga. Hablo del poema La Araucana, obra
fundamental para conocer en profundidad la historia de la conquista y colonia
de Chile. Elegías es por ello una
fuente de consulta obligada para ir al pasado de nuestro país, por lo menos. Ahí
hallamos datos muy valiosos que hasta aquí hemos consultado. Retomando el
relato tenemos lo siguiente:
Los indios los recibieron bien
en La Tora, desde todas partes del poblado entre jóvenes y ancianos,
vinieron a ver a esos hombres extraños, que venían vestidos con blanco plateado
-tengamos en cuenta que los indios no conocían el hierro-; y que traían
abundante vello en la cara -los indios eran lampiños- y las causaba curiosidad
que los españoles tuvieran una barba abundante en los mentones y que trajeran
armaduras de hierro y se protegieran la cabeza con cascos o yelmos ataviados
con vistosas plumas de avestruz coloreadas. Los recién llegados se hicieron
entender con lenguaje de señas. Don
Gonzalo Jiménez de Quesada vio entonces algo que llamó poderosamente su
atención: unos gigantescos bloques o panes de sal solidificada que los indios
de La Tora empleaban para sazonar sus alimentos. Preguntó de dónde
conseguían aquella sal y los indios le respondieron que más allá de la
cordillera -se trataba del ramal oriental de los Andes-, había un pueblo rico y
culto con el que comerciaban y que ellos se la proveían. ¡Se trataba de los
muiscas! Cuando don Gonzalo lo supo, gritó emocionado: ¡Sal! ¡A fe mía! ¡La
sal es tanto o más valiosa que el oro mismo! Abandonemos ese endiablado río y
avancemos hacia el rico país de la sal… Y de esa forma decidieron abandonar
la búsqueda del nacimiento del río Magdalena, ahora para ir en busca del Imperio
Muisca, porque ese era el país del apreciado condimento… ¡El país de la
sal!
Se trataba de sal gema o sal
de mina, de primera calidad. Los indios la llamaban en su lengua nygua. Y
la extraían de minas varias en su territorio, como por ejemplo Zipaquirá y
Somondoco, entre las principales. Por cierto, que la sal zipaquireña tiene fama
de ser medicinal y la denominan sal vigua. El nuevo rumbo que tomaron los expedicionarios,
siguiendo ahora un riachuelo afluente del Magdalena, no fue menos terrible que
la remonta del río grande mismo. Porque ahora tuvieron que enfrentarse de nuevo
a la escasez de comida, hasta el punto que tuvieron que comer cueros secos
cocinados en el único bergantín que cupo a bordo de aquel estrecho riachuelo. Tuvieron
que volver a sacrificar algunos caballos para alimentarse de sus carnes también,
algo que antes no habían querido hacer, pero que se vieron obligados a ello.
Gonzalo Jiménez de Quesada y
su lugarteniente, Juan Gallegos, ordenaron que regresaran por el río hasta
Santa Marta, que aquel único barco proseguiría solitario la expedición. Venían
aproximadamente doscientos hombres con Jiménez de Quesada. La expedición reducida ahora a un único barco prosiguió
y al parecer llegó hasta el actual desierto de la tatacoa, al que Jiménez de
Quesada llamó: “Valle de las tristezas”, por ser un territorio extremadamente
árido, sin mayor provisión de agua y comida. Don Gonzalo y sus hombres después de muchas
penurias, llegaron al Imperio Muisca ingresando por lo que actualmente es Vélez
(Santander)…
Esta noticia histórica nos la
da un autor ya no español sino neogranadino, a quien ya antes hemos citado. Él
había nacido en Santa Fe en 1566 en tiempos de la Real Audiencia de Santa Fe de
Bogotá, y fallecido en la misma ciudad en 1642. Estoy hablando de Juan Rodríguez
Freyle, el autor de una deliciosa crónica conocida posteriormente como: El
Carnero, pero que él tituló así: Conquista y descubrimiento del Nuevo
Reino de Granada de las Indias Occidentales del mar océano y fundación de la
ciudad de Santa Fe de Bogotá, primera de este reino donde se fundó la Real
Audiencia y cancillería, siendo la cabeza se hizo arzobispado. Ignoramos
por qué se la abrevió con el título El Carnero, quizás porque en la
época se acostumbraba imprimir los libros y textos en pergamino, que eran
pliegos de piel curtida y adelgazada de cabra o de ovejo, ello con el fin de
asegurar que durasen varios años. Lo cierto es que dicha obra se publicó en
Santa Fe de Bogotá hacia el año 1859, la cual según noticias de la época tuvo
buena acogida. Ya eran tiempos de la república que no de la colonia. En dicha
obra, capítulo II, nos da Juan Rodríguez Freyle el siguiente dato:
Díjome (un amigo mío, don
Juan, cacique y señor de Guatavita, sobrino de aquel que hallaron los
conquistadores en la silla al tiempo que conquistaron este reino), que los
españoles entraron por Vélez al descubrimiento de este reino y su conquista, él
estaba en el ayuno para la sucesión del señorío de su tío; porque entre ellos
heredaban los sobrinos hijos de hermana, y se guarda esa costumbre hasta hoy
día…
[EL PAÍS DE LA SAL
El país de la sal en
lontananza
Avizora Jiménez de Quesada,
Quien apresta arcabuces con su
espada
Y unos hombres que a ejército
no alcanza.
Bajo el grito… ¡Santiago! Con templanza
Los anima a la incógnita
jornada…
Por un brazo del río en la
ensenada
¡Donde boga el velero con
confianza!
Sabandijas y niguas y caimanes
Son la diaria batalla en los
desmanes
¡De esa tierra que ataca a los
hispanos!
Cuando llegan la espléndida
sabana
Los recibe y el sol de la
mañana
¡Los conforta risueño entre rellanos!]
2.
¿QUIÉNES
FUERON LOS MUEXCAS, MUYSCAS O MOSCAS?
Los muiscas fueron un pueblo
eminentemente pacífico cuyo origen se cree que pudo haber sido la América
Central, de donde quizás habría venido en lentas oleadas de población sucesiva,
pasando por el istmo de Panamá y la zona del Darién, remontando luego la
cordillera occidental hasta llegar al altiplano cundiboyacense, en tiempos
remotos. Esos poblamientos eran muy lentos y solían abarcar varias décadas y
siglos. En la actualidad se sabe que algunas comunidades indígenas en Costa
Rica hablan lengua muisca, lo cual apoya la tesis del origen centroamericano de
los muiscas. El arqueólogo colombiano de ascendencia germánica, Carl Henrik
Langebaek Rueda, en un reciente estudio titulado: Los muiscas: la historia
milenaria de un pueblo chibcha, afirma lo siguiente:
Los muiscas, en efecto, hacen
parte de una amplia variedad de grupos que comparten un parentesco lingüístico
y genético en el norte de Sur América y en países como Panamá, Costa Rica y
parte de Honduras. Esos grupos incluyen hablantes de por lo menos 24 lenguas
relacionadas, buena parte de ellas extintas.
Por lo que podemos afirmar que
los muiscas fueron una macrofamilia lingüística hablante de una lengua del
tronco chibcha, una de cuyas variantes dialectales se habló en el valle del río
Botello en lo que actualmente es el Municipio de Facatativá. El notable escritor, periodista e historiador neogranadino,
José María Vergara y Vergara, nacido en Bogotá el 19 de marzo de 1831 y fallecido
en la misma ciudad el 9 de marzo de 1872 escribió una obra documental valiosa
titulada Historia de la Literatura en Nueva Granada, la cual publicó en
1867. En dicha obra nos referencia rápidamente la conquista del imperio muisca,
así:
Ciento sesenta y seis hombres,
hemos dicho, fueron los conquistadores del Imperio Muisca gobernado por dos
príncipes, el zipa en Bogotá y el zaque en Tunja, que tenían a sueldo a miles
de hombres y centenares de pueblos bajo su obediencia. ¡Cosa increíble a primera
vista, si no se reflexionara en el poderoso auxiliar de aquellos aventureros -el
arcabuz y el caballo-, combinados con el arrojo y dirigidos por la preeminente
inteligencia del licenciado Quesada!
Es de suponer que esos datos
los estima Vergara y Vergara a partir de las crónicas de Juan de Castellanos y de
un sacerdote franciscano también historiador de quien hasta ahora no hemos
hablado, Fray Pedro Simón, quien nació en San Lorenzo de la Parrilla, España,
en 1574 y fue fallecido en Ubaté, Nueva Granada en el año de 1630. Él escribió
una obra monumental titulada Noticias Historiales, en seis tomos. De dicha obra se tomarán unas citas en lo que
viene, porque también es una mina de datos valiosos en lo referente a la
historia neogranadina y aun, venezolana.
3.
PERSECUCIÓN
Y MUERTE DEL ZIPA TISQUESUSA EN LOS PEÑOLES DE TOTACATIVA O FACATATIVÁ
En lo que actualmente se
conoce como Parque Arqueológico de Facatativá y que anteriormente fuera
denominado Parque Arqueológico las Piedras del Tunjo, es probable que
hubiera existido en tiempos precolombinos el adoratorio solar cuyo nombre en
lengua muysccubun habría sido Chueca, cuyo significado se explicará más
adelante. Cuando la expedición capitaneada por Jiménez de Quesada llegó
finalmente a la sabana de Bogotá (1537), se dio el choque entre ambos pueblos
(hispanos versus muiscas), que tuvo el cariz, además, de ser el choque de dos
mundos, dos universos y dos mentalidades. No nos detendremos aquí demasiado,
amén de aquellos episodios relativos exclusivamente a Facatativá. Según datos
aportados por el cronista español don Pedro de Aguado, Gonzalo Jiménez de Quesada
habría fundado en la explanada de Tibsaquillo (Teusaquillo) a Santa Fe de Bogotá
el 6 de agosto de 1538. Noticioso Jiménez de Quesada que los muiscas (a quienes
los hispanos llamaban “moscas”), se habían pertrechado en unas altas
peñas, cuevas y concavidades cerca de Santa Fe, se dirigieron hacia allá, tras
la expectativa de ganarles mucho oro, plata, tumbaga y esmeraldas.
Tisquesusa: Cacique que
reinaba en Bogotá (actualmente Funza) cuando llegaron los cristianos y cuyo
nombre quiere decir, en la lengua de ellos, “Cosa noble puesta sobre frente”.
Después de muerto Nemequene, quedó por sucesor en el Estado, su sobrino
Tisquesusa, el cual, a la sazón era cacique de Chía, donde dicen que procede el
rey de Bogotá y ansí (sic) primero que goce del primero señorío (sic), ha de
ser el de Chía su principio.
Hubo unos enfrentamientos cruentos
entre los hombres de Gonzalo Jiménez de Quesada y los soldados del zipa Tisquesusa,
quien, al parecer se habría refugiado en cuevas del cerco pétreo de Chueca,
actualmente parte de Facatativá; protegido por sus guerreros. El capitán Alonso
de Olalla, a quien posteriormente le fuera concedida la Encomienda de
Facatativá por parte de Gonzalo Jiménez de Quesada, a juzgar por el
cronista, se vio fuertemente malogrado durante un feroz enfrentamiento contra
los indígenas muiscas o moscas, en la pugna por alcanzar una cima ubicada en el
actual poblado de Susa (Cundinamarca). Los hombres de Gonzalo Jiménez de
Quesada venían persiguiendo al zipa Tisquesusa quien se refugió en el cercado
de Chueca, 1538. Dejemos que sea el propio cronista, fray Pedro Simón, en sus Noticias
Historiales, vol. III, quien nos lo narre en su propia voz:
Partióse el general, sin
dilatar la ocasión, a prima noche con la mayor parte de caballeros y peones, y
caminando toda ella hasta pocas horas antes que se acabara, fueron a dar donde
los llevaba el guía a los aposentos de campo y cercado del señor Tisquezuza
(sic), que les hallaron cercados de innumerables indios. Los cuales, como se
vieran sobresaltados, queriendo huir no acertaban por dónde, aunque luego
comenzaron a tenderse, unos por aquellos campos y otros a arrojar tizones de
las lumbres que tenían en sus riachuelos, otros daban desaforadas voces, sin
que ninguno atinase a tomar armas. Y así, fueron desbaratados con las de los nuestros,
ahuyentándose los más a las espesuras de los montes que no estaban lejos, donde
había otros muchos indios que la habían tomado por sus moradas después que los
nuestros entraron a sus tierras y casas. Salió también de las suyas el miserable rey Bogotá
huyendo de estas tempestades por un postigo de su cercado. Acompañándole
algunos señores de los principales y muchos caballeros de su guarda que le
fueron muy fieles. Y dando sin pensar con una escuadra de caballos y peones, y
sin saber tampoco los nuestros que allí iba el rey, un peón ballestero llamado Domínguez
disparó a bulto una zaeta (sic), y pasando por entre los demás indios, atravesó
al desgraciado rey por las espaldas. El cual, sitiándose herido de muerte,
avisó a los compañeros que, ayudándole como leales vasallos, le llevaron en
volandas y metieron en un montecillo que estaba cerca, para que no quedase
entre sus enemigos, donde rindió miserablemente la vida, bañándose en su
sangre…
De esta manera fue como el 15
de octubre de 1537 el ballestero de Jiménez de Quesada, Alonso Domínguez, impactó
con un venablo en plena espalda al cacique Tisquesusa o Tisquezuza, en el cerco
de Chueca, el último de los zipas de Muyquytá; quien fue auxiliado por sus
lugartenientes y levantado para conducirlo a la espesura del monte donde al
parecer falleció ahogado en su propia sangre. Triste final para el zipa.
[TISQUESUSA
¡Soy
señor de Muyquytá, rey del zipazgo!
¡Mi
cabeza la corona luz de luna!
Heredé de
Nemequene en la laguna
El poder sobre
cacique y cacicazgo.
Por el alto
territorio donde yazgo
Me
conducen capitanes en tribuna;
Adornada
de esmeralda y flor montuna
¡Desde
donde ejerzo el mando y mecenazgo!
Cuando
vino el español la guerra a muerte
Decreté
contra el tirano, mas la suerte
Quiso un
día que muriera en el cercado.
Donde
flota mi alma entera en la llanura
Y mi
espíritu de gloria allí perdura
¡El
Manjui mi gran secreto ha resguardado!]
4.
ETIMOLOGÍA DE
LOS TOPÓNIMOS: CHUECA, TOCATATIVA Y FACATATIVÁ EN LENGUA MUYSCCUBUN
El
historiador Roberto Velandia Rodríguez, oriundo del municipio cundinamarqués de
Pandi, dio esta explicación: La palabra Facatativá significa en legua
chibcha “cercado fuerte al final de la llanura”, y su grafía indígena se
representa con los vocablos Faca-ta-thiva, Tocatativa, Faca-higatativa, que por
deformación eufónica se deformaron en Facatativá. Primitivamente existió un
pueblo indígena cerca al cerro de Majuy o Manjui, que los naturales llamaban
Tocatativa, en el sitio conocido con el nombre de Pueblo Viejo, dice Rufino
Gutiérrez en sus Monografías. Antiguamente también se llamaba Chueca. La sede principal o fortaleza de los chibchas
era el cercado de los Zipas, formado en torno a un grupo de gigantescas piedras
que servían de morada y adoratorio, socavadas algunas por profundos túneles,
desde cuya altura vigilaban la inmensa llanura. En esta base estratégica mantenían
una fuerte guarnición para defender sus dominios de los belicosos panches.
Esta
interpretación ha hecho carrera a nivel local y se cita frecuentemente como
verdadera, aunque vale decir que no es la única y en aras de cientificidad
siempre es recomendable consultar otras a la luz de recientes investigaciones. En
el año 1979 el filólogo clásico español Yosu de Lezama y Urrutia quien para
entonces se hallaba vinculado a la Universidad Santo Tomás de Aquino de Bogotá en
calidad de profesor investigador, publicó una valiosa obra titulada: Apuntes
de Lingüística Aborigen. En la página 150 de la precitada obra publicó la
siguiente interpretación del topónimo Facatativá:
Facatativá
(población de Cundinamarca) <va (fuera), ka (cercado), ta (labranza) tivá
(amo, señor, capitán) = Señor del cercado fuera de la labranza.
Esta
traducción-interpretación no riñe con la de Roberto Velandia antes más bien la
complementa y aporta nuevos y valiosos elementos. Eso querría decir que al pie
del cerro Majuy cuyo nombre posteriormente se fijó en Manjui, (quizás
para diferenciarla del Majuy de Tenjo), hubo en épocas precolombinas un
cercado defensivo -probablemente hecho de piedras u otros materiales menos
duraderos-, la cual habría sido morada estacional del zipa de Bacatá, señor y
gobernante máximo de las confederaciones del altiplano cundiboyacense. Porque
sabemos que el Imperio Muisca tenía dos grandes cabezas visibles en
cuanto a gobierno se refiere, el zipa, quien por lo general aposentaba
en Bacatá, poblado que diera pie a lo que después se denominaría Funza, el
actual municipio cundinamarqués. Y el zaque, cuya morada estaría fijada
en inmediaciones de lo que hoy en día es Tunja, capital de Boyacá.
De
otra parte, Langebaek hace unas consideraciones en torno a étimos o raíces de
lengua muysccubun, relacionadas con -tiva / -tiba, presente en el
topónimo Facatativá, así: Los documentos hablan de sijipcua o caciques,
pero también de sybintiba y utatiba, capitán mayor y capitán
menor respectivamente, aunque hay otras palabras que sugieren que existían
también tybarague o capitanes de casa, que también se traduce como “capitán
menor”, sin que exista certeza que se tratara de los mismos utatiba. Probablemente
no; los utatibas serían capitanes de patios alrededor de los que se
concentraban viviendas y en cada una de ellas la cabeza de familia habría sido
un tybaraque.
Según
datos aportados por Velandia Rodríguez, anteriormente citados, en territorios
de lo que actualmente es Facatativá habría existido, antes de la llegada de los
españoles, un legendario poblado indígena al pie del cerro Manjui al que se
denominó: Chueca y posteriormente Tocatativa. Chueca en
lengua muysccubun se podría descomponer etimológicamente así: -Chue: seno
(de mujer), teta.
Mientras
que el arqueo topónimo Tocatativa pudo haber sido el nombre primigenio
del poblado indígena al pie del Manjui se podría interpretar así: -toca=
presto, pronto.
Tocatativa
bien podría significar lo siguiente: Primer puesto o avanzada en el
sembradío (de papa de flor amarilla, también la hay de flor morada) del
capitán. Por sentido traslaticio quizás: fortaleza o cercado mayor, (esto
último es conjetural), aunque a nivel local se ha tomado también en este último
sentido. El vocablo papa, atemperado en el muisca por vecindad
geográfica y por intercambio comercial con los pueblos de los Andes sureños fue
tomado en préstamo del quechua: papa.
El
cambio morfo-semántico de un topónimo al otro no fue inmediato. Se debe tener
en cuenta que los procesos de cambio diacrónico en la lengua son relativamente
lentos y pueden abarcar desde décadas hasta siglos. Velandia Rodríguez trae en
su cita las dos variantes previas del topónimo Facatativá: vocablos
Faca-ta-thiva, Tocatativa, Faca-higatativa. El prefijo fa-, da a
entender Yosu de Lezama y Urrutia en su interpretación que sería una
deformación posterior a partir de la raíz muysccubun -va que significa
fuera, externo. Curiosamente en el Diccionario y Gramática Chibcha
no figura va. De otra parte, el sitio web grupo de investigación
Muysc cubun, arroja el significado: fa: adv.t. Hoy, en este día. Ahora.
El
Himno de Facatativá en su coro dice lo siguiente: /Avanzada al final
del plantío/ Fortaleza y mansión señorial/… Fue un intento de su autor,
Luis Eduardo Moreno Camacho, por explicitar en el texto hímnico lo que en ese
momento se decía que significaba el topónimo Facatativá. Nadie tiene la última
palabra sobre lo que ese vocablo significa, solamente hay interpretaciones y
aproximaciones. No obstante, lo que el himno explicita es más próximo a Tocatativa
que a Facatativá, según lo acabamos de interpretar. El himno reproduce
la interpretación de Velandia Rodríguez, que, como decimos, hizo carrera local.
[CHUECA-TOTACATIVA-FACATATIVÁ
A
los pies de la explanada las alturas
Del
Manjui se deleitaban al mirarlo…
El
poblado donde el Zipa al contemplarlo
¡Saludaba
al dios del sol en andaduras!
Más
allá donde las piedras con figuras
Y
un mensaje que es deber interpretarlo…
La
gran Chueca al alto Ser al saludarlo:
¡Invocaba
para el pueblo sus venturas!
Capitanes
y guerreros con sus lanzas
Custodiaban
al gran Zipa sin tardanza
¡Era
el hijo del señor Chiminigagua!
Los
sembrados le ofrecían su belleza,
El
sitial Faca-ta-thiva es fortaleza;
¡Del
dios-hombre que gobierna tierra y agua!]
CONCLUSIÓN
Hemos
realizado un rápido recorrido bibliográfico documental entre los cronistas más
reconocidos de la conquista española en la Nueva Granada, desde Lucas Fernández
de Piedrahita, Juan de Castellanos, fray Pedro Simón y fray Pedro de Aguado, hasta
Juan Rodríguez Freyle, quizás el de más reciente data entre los consultados; andando
siempre tras las pesquisas históricas en torno a las precolombinas: Chueca,
Tocatativa y Facatativá. También se
consultaron obras atribuidas al conquistador don Gonzalo Jiménez de Quesada,
cotejadas con autores modernos y contemporáneos. El trabajo no pretende ser
acabado, porque ciertamente el tema es una cantera inagotable, dadas además las
estrecheces metodológicas propias del artículo de divulgación. Hemos podido constatar la antigüedad
fundacional de Facatativá, dado que hunde sus raíces en un poblado
muisca prehispánico, lugar de visita ocasional del zipa de Muyquytá, quien en
procesión solemne solía visitarlo en distintas épocas del año, a juzgar por las
noticias aportadas por los cronistas. El zipa Tisquesusa habría sido ultimado hacia
1537 en territorios del cercado ceremonial de piedra correspondiente quizás a la
pretérita Chueca. Consideramos que tanto el Archivo General de la
Nación (AGN) como los petroglifos del Parque Arqueológico de Facatativá (PAF)
tienen aún muchos secretos ocultos que es deber de las nuevas generaciones
desentrañar. Mientras tanto, nos permitimos aportar unos modestos avances en
materia etno-etimológica, lo mismo que en la explicitación de datos historiográficos
aportados por los cronistas de Indias que aportan luces para la datación de
Facatativá. Los sonetos (entre clásicos y alejandrinos) tienen objetivo
didáctico entre las nuevas generaciones. De esta forma aportamos nuestro
granito de arena a la Cátedra Facatativá (CF).
[GLIPTÓPOLIS
Megalitos
con pinturas de otras eras
Que un
mensaje en petroglifos encriptados…
Muestra
al mundo con simbólicos grabados
Como un
lienzo hecho de piedra y sementeras.
Los
premuiscas con tinturas de maderas
Diseñaban
sus geométricos trazados…
Desde
triángulos y campos angulados
Hasta un
sol helicoidal de luz primera.
Las
parejas con su canto a las estrellas
Adoraban
a los astros y centellas
¡Luz que
ofrece una deidad en las alturas!
Vieja voz
Faca-ta-tiva nos ofrece,
Concepción
del universo que aquí crece
¡Como un
himno de oraciones siempre puras!]
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ANEXO
FOTOGRÁFICO