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Escritor, investigador y humanista colombiano, con estudios en filosofía. Fomentador de los cánones clásicos de la poesía española e hispanoamericana, en un sano marco de patriotismo colombiano y latinoamericano.

domingo, 29 de octubre de 2023

DESCIFRANDO LA HISTORIA ENTRE PIEDRAS Y MUROS (artículo)

 

RESUMEN

Balcón de reminiscencia colonial adjunto a la Catedral Episcopal de Facatativá - Cundinamarca
Archivo fotográfico de Nabonazar Cogollo Ayala.

En el presente artículo se alterna el discurso de investigación, respaldado con fuentes primarias y secundarias, aplicando método científico historiográfico y etnolingüístico, (canal A); con la creación literaria sonetística, en torno a los ancestros muiscas, la legendaria expedición capitaneada por Gonzalo Jiménez de Quesada entre 1536 y 1537, remontando el río grande de la Magdalena en busca de su nacedero, la búsqueda de la sal, el significado de los topónimos del solar primigenio de Facatativá y la persecución y muerte del zipa Tisquesusa (canal B, enmarcado entre corchetes: []), en el enfoque metodológico de la IAP;  del sociólogo Orlando Fals Borda. (Fals Borda, 1986). Los sonetos de intencionalidad didascálica son creaciones ex professo para el presente texto. En el presente trabajo confluyen la investigación y la creación literaria, con el ánimo de aportar un humilde, pero significativo grano de arena a la Cátedra Facatativá.

 

Palabras clave:
muexca, muysccubun, Facatativá, Tocatativa, Chueca.

Abreviaturas:

AGN= Archivo General de la Nación.

CF= Cátedra Facatativá.

IAP= Investigación, acción, participación.

Ibid., ibidem= Tomado del mismo lugar.

PAF= Parque Arqueológico de Facatativá.

SIC= Del latín sic, así. Se emplea para denotar que lo citado es fiel copia.

 

 

DESCIFRANDO LA HISTORIA ENTRE PIEDRAS Y MUROS

Por: Nabonazar Cogollo Ayala

 

En la población de Facatativá, donde durmieron la primera noche,

El general (Simón Bolívar) se despidió de los acompañantes espontáneos

Y prosiguió el viaje con su séquito. (…)

El general había amanecido de mal humor en Facatativá, pero fue mejorando a medida

Que descendían de la planicie por un sendero de colinas ondulantes,

Y el clima se temperaba y la luz se hacía menos tersa.

(García Márquez, 1986)

 

El alma de un enamorado de la historia, la poesía clásica, la tradición y la cultura se emociona hasta las lágrimas en el centro urbano de Facatativá, donde la tradición viva de un pasado emerge entre las frías neblinas mañaneras para evocar la imagen del Libertador Simón Bolívar entrando a la plazuela local con su séquito de soldados acompañantes entre los años 1815 y 1830. O quizás para evocar un poco más atrás a los hombres del conquistador español don Gonzalo Jiménez de Quesada hacia 1538 quienes en feroz contienda contra los uwas (capitanes) defensores del zipa Tisquesusa, los iban persiguiendo para arrebatarles el secreto de la ubicación del fabuloso tesoro de El Dorado compuesto por objetos votivos de oro, plata y tumbaga que los muexcas ofrendaban a sus dioses ancestrales y que en los hispanos exacerbaba la codicia y el deseo de expropiación tan propios de la mentalidad occidental.

 

[LA CIUDAD ES COMO UN LIBRO

 

Por tus calles de añejas andaduras

Pasó un día la historia entre crespones…

De nubes que a patriotas batallones

Arropaban en sus cabalgaduras.

 

Desde el Zipa que mira en las alturas

Hasta Olalla que eleva sus pendones…

Al crear la Encomienda en los faldones

Del Manjui de prolíficas verduras.

 

Oh ciudad de pretéritas leyendas

Que has venido del tiempo en las calendas

A un mañana de luz que nos contagia…

 

En tus piedras y muros y conventos

Hablan claro los viejos monumentos

¡De un ayer salpicado de nostalgia!]

 

 

1.      EN BÚSCA DEL PAÍS DE LA SAL

El pueblo muexca o muisca, mal llamado después por los españoles chibchas o “moscas”, fue una gigantesca nación o parcialidad indígena la cual se asentó en buena parte de lo que hoy en día son los departamentos de Cundinamarca, Boyacá, Santander, parte del Quindío, parte del Casanare y parte del Magdalena. Los vamos a denominar muiscas, aunque los muisca-descendientes se autodenominan muexcas y se ofenden cuando se los denomina chibchas porque -afirman ellos-, dicho nombre se trató de una deformación introducida involuntariamente por los españoles durante los primeros contactos entre ambas culturas hacia el ya lejano año de 1537.

 

La expedición de cuatro barcos veleros bergantines que venían recorriendo el río grande de la Magdalena era capitaneada por el soldado español de origen extremeño don Gonzalo Jiménez de Quesada, secundado por el oficial Juan Gallegos y por los capitanes Juan Albarracín y Gome del Corral. Corría el legendario año de 1536.

El objetivo principal de aquellos europeos era recorrer los territorios del interior del país y tomar posesión de las nuevas tierras descubiertas a nombre de las coronas unidas de Castilla y León, porque desde 1510 ya venían recorriendo las costas y hasta habían fundado una primera ciudad, Santa María la Antigua del Darién, en territorios que hoy en día forman parte del municipio chocoano de Unguía. Pero esa ciudadela fue incendiada una y otra vez por los feroces indios del Darién. Por ello los españoles optaron por crear nuevas fundaciones en sitios más seguros y menos conflictivos por parte de los lugareños. La expedición por el Magdalena fue terrible, el ataque de enfermedades tropicales completamente desconocidas por los europeos, además de los mosquitos y caimanes del río le dieron a esta expedición el toque de hazaña épica. La expedición se componía de dos partes, los que venían por barco y los que venían por tierra siguiendo las riberas del río, estos últimos se movilizaban en los desconocidos caballos a cuya sola vista los indígenas atemorizados huían porque nunca en su vida habían visto aquel extraño animal. Los soldados también traían perros de caza que azuzaban contra los asustados indios caribes quienes salían despavoridos ante la sola presencia de los canes. Pero lo que más miedo les daba a los indígenas eran los llamados “palos que vomitaban fuego”, es decir, los arcabuces que traían los españoles, cuyas detonaciones les parecían relámpagos acompañados con temblores de tierra. La tecnología del arma de fuego, el mosquete y la pólvora eran completamente nuevas para los indígenas americanos. (Rodriguez Freyle, 1985)

Pero los indígenas no perdían la oportunidad de atacar a los foráneos porque para ellos eran unos invasores, se trataba de los feroces indios caribes, quienes, sobreponiéndose a sus temores, les daban guerra a los recién llegados y les ponían trampas de pozo y les daban guazabaras entre otros artificios de guerra. Los atacaban con dardos emponzoñados que les arrojaban empleando las cerbatanas o bodoqueras, o también con lanzas arrojadizas de largo alcance y con flechas o venablos. Los soldados de infantería sufrieron grandes bajas, tan terribles fueron los estragos sufridos que Jiménez de Quesada tuvo que enfrentar un intento de amotinamiento de sus hombres quienes avanzaban a la ventura en un mundo desconocido donde a cada paso saltaban culebras mortales y sabandijas nunca antes vistas. ¡Además de que bajo las uñas un diminuto insecto americano, la nigua, venía atormentando a los desesperados españoles!  Estos querían poner fin a la aventura y regresarse a Santa Marta cuanto antes, pero el pulso firme de don Gonzalo lo evitó… ¡Tenemos que llegar al nacedero mismo de este río! ¡Con la venia de Dios y del apóstol Santiago! ¡Si nuestros antepasados, los caballeros cristianos pudieron derrotar a los moros bereberes en la batalla de las Navas de Tolosa, no habrá indio que nosotros no podamos derrotar! ¡Ea! ¡Santiago y cierra España! Les repetía con ardimiento, la orden la obedecían de mala gana… (Jiménez de Quesada, 1539 ca.).

De otra parte, las provisiones y alimentos ya escaseaban.  Y sucedió algo terrible, pero que a la vez fue providencial… ¡Se les acabó la sal! Este era el condimento natural con que se adobaba la carne, para, además de darle sabor, evitar que esta se pudriese. En aquellas condiciones tan duras y con los indios a lado y lado del Magdalena atacándolos todo el tiempo, era muy difícil que pudieran cazar para conseguir carne, por lo cual tuvieron que consumir algunos de los caballos de a bordo. Cuando la sal se les acabó, la poca carne que tenían se les dañó y obligadamente tuvieron que hacer parada en un puerto indígena donde curiosamente los indios lugareños los recibieron con hospitalidad y hasta comida les dieron. Ese puerto o ensenada fluvial supieron que los indios lo llamaban La Tora, lo que posteriormente llegó a ser Barrancabermeja, porque en aquel lugar las tierras son rojizas. ¡Aquellas tierras eran planas y de gran hermosura! Los hombres de Jiménez de Quesada cuando arribaron a La Tora, hambrientos y enfermos como venían, gritaron de alegría: ¡Tierra buena, tierra buena! ¡Tierra que pone fin a nuestra pena! (Castellanos, 1997)

 

Hubo en tiempos de la Real Audiencia de Santa Fe un sacerdote de origen español muy erudito llamado don Juan de Castellanos, quien había nacido en Alanís, Provincia de Sevilla, España, en 1522, y quien falleció en la ciudad de Tunja, Boyacá, el 27 de noviembre de 1607.  Era un hombre amante de la historia y él se dedicó a crear una obra gigantesca titulada Elegías de Varones Ilustres de Indias, la cual está considerada el poema más largo jamás escrito en lengua castellana. ¡Dicha obra tiene 113.609 versos! Le trabajó durante 40 años y parece ser que la dejó inconclusa, pero aun así es una obra ciertamente maravillosa, escrita en décimas reales al mejor estilo de un poema similar en la forma escrito unos años atrás por el también español don Alonso de Ercilla y Zúñiga. Hablo del poema La Araucana, obra fundamental para conocer en profundidad la historia de la conquista y colonia de Chile.  Elegías es por ello una fuente de consulta obligada para ir al pasado de nuestro país, por lo menos. Ahí hallamos datos muy valiosos que hasta aquí hemos consultado. Retomando el relato tenemos lo siguiente:  

 

Los indios los recibieron bien en La Tora, desde todas partes del poblado entre jóvenes y ancianos, vinieron a ver a esos hombres extraños, que venían vestidos con blanco plateado -tengamos en cuenta que los indios no conocían el hierro-; y que traían abundante vello en la cara -los indios eran lampiños- y las causaba curiosidad que los españoles tuvieran una barba abundante en los mentones y que trajeran armaduras de hierro y se protegieran la cabeza con cascos o yelmos ataviados con vistosas plumas de avestruz coloreadas. Los recién llegados se hicieron entender con lenguaje de señas.  Don Gonzalo Jiménez de Quesada vio entonces algo que llamó poderosamente su atención: unos gigantescos bloques o panes de sal solidificada que los indios de La Tora empleaban para sazonar sus alimentos. Preguntó de dónde conseguían aquella sal y los indios le respondieron que más allá de la cordillera -se trataba del ramal oriental de los Andes-, había un pueblo rico y culto con el que comerciaban y que ellos se la proveían. ¡Se trataba de los muiscas! Cuando don Gonzalo lo supo, gritó emocionado: ¡Sal! ¡A fe mía! ¡La sal es tanto o más valiosa que el oro mismo! Abandonemos ese endiablado río y avancemos hacia el rico país de la sal… Y de esa forma decidieron abandonar la búsqueda del nacimiento del río Magdalena, ahora para ir en busca del Imperio Muisca, porque ese era el país del apreciado condimento… ¡El país de la sal! (Jiménez de Quesada, 1539 ca.).

Se trataba de sal gema o sal de mina, de primera calidad. Los indios la llamaban en su lengua nygua. Y la extraían de minas varias en su territorio, como por ejemplo Zipaquirá y Somondoco, entre las principales. Por cierto, que la sal zipaquireña tiene fama de ser medicinal y la denominan sal vigua.  El nuevo rumbo que tomaron los expedicionarios, siguiendo ahora un riachuelo afluente del Magdalena, no fue menos terrible que la remonta del río grande mismo. Porque ahora tuvieron que enfrentarse de nuevo a la escasez de comida, hasta el punto que tuvieron que comer cueros secos cocinados en el único bergantín que cupo a bordo de aquel estrecho riachuelo. Tuvieron que volver a sacrificar algunos caballos para alimentarse de sus carnes también, algo que antes no habían querido hacer, pero que se vieron obligados a ello.

Gonzalo Jiménez de Quesada y su lugarteniente, Juan Gallegos, ordenaron que regresaran por el río hasta Santa Marta, que aquel único barco proseguiría solitario la expedición. Venían aproximadamente doscientos hombres con Jiménez de Quesada.  La expedición reducida ahora a un único barco prosiguió y al parecer llegó hasta el actual desierto de la tatacoa, al que Jiménez de Quesada llamó: “Valle de las tristezas”, por ser un territorio extremadamente árido, sin mayor provisión de agua y comida.  Don Gonzalo y sus hombres después de muchas penurias, llegaron al Imperio Muisca ingresando por lo que actualmente es Vélez (Santander)…

 

Esta noticia histórica nos la da un autor ya no español sino neogranadino, a quien ya antes hemos citado. Él había nacido en Santa Fe en 1566 en tiempos de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, y fallecido en la misma ciudad en 1642. Estoy hablando de Juan Rodríguez Freyle, el autor de una deliciosa crónica conocida posteriormente como: El Carnero, pero que él tituló así: Conquista y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada de las Indias Occidentales del mar océano y fundación de la ciudad de Santa Fe de Bogotá, primera de este reino donde se fundó la Real Audiencia y cancillería, siendo la cabeza se hizo arzobispado. Ignoramos por qué se la abrevió con el título El Carnero, quizás porque en la época se acostumbraba imprimir los libros y textos en pergamino, que eran pliegos de piel curtida y adelgazada de cabra o de ovejo, ello con el fin de asegurar que durasen varios años. Lo cierto es que dicha obra se publicó en Santa Fe de Bogotá hacia el año 1859, la cual según noticias de la época tuvo buena acogida. Ya eran tiempos de la república que no de la colonia. En dicha obra, capítulo II, nos da Juan Rodríguez Freyle el siguiente dato:

 

Díjome (un amigo mío, don Juan, cacique y señor de Guatavita, sobrino de aquel que hallaron los conquistadores en la silla al tiempo que conquistaron este reino), que los españoles entraron por Vélez al descubrimiento de este reino y su conquista, él estaba en el ayuno para la sucesión del señorío de su tío; porque entre ellos heredaban los sobrinos hijos de hermana, y se guarda esa costumbre hasta hoy día… (Rodriguez Freyle, 1985).

 

[EL PAÍS DE LA SAL

 

El país de la sal en lontananza

Avizora Jiménez de Quesada,

Quien apresta arcabuces con su espada

Y unos hombres que a ejército no alcanza.

 

Bajo el grito… ¡Santiago!  Con templanza

Los anima a la incógnita jornada…

Por un brazo del río en la ensenada

¡Donde boga el velero con confianza!

 

Sabandijas y niguas y caimanes

Son la diaria batalla en los desmanes

¡De esa tierra que ataca a los hispanos!

 

Cuando llegan la espléndida sabana

Los recibe y el sol de la mañana

¡Los conforta risueño entre rellanos!]

 

2.      ¿QUIÉNES FUERON LOS MUEXCAS, MUYSCAS O MOSCAS?

Los muiscas fueron un pueblo eminentemente pacífico cuyo origen se cree que pudo haber sido la América Central, de donde quizás habría venido en lentas oleadas de población sucesiva, pasando por el istmo de Panamá y la zona del Darién, remontando luego la cordillera occidental hasta llegar al altiplano cundiboyacense, en tiempos remotos. Esos poblamientos eran muy lentos y solían abarcar varias décadas y siglos. En la actualidad se sabe que algunas comunidades indígenas en Costa Rica hablan lengua muisca, lo cual apoya la tesis del origen centroamericano de los muiscas. El arqueólogo colombiano de ascendencia germánica, Carl Henrik Langebaek Rueda, en un reciente estudio titulado: Los muiscas: la historia milenaria de un pueblo chibcha, afirma lo siguiente:

Los muiscas, en efecto, hacen parte de una amplia variedad de grupos que comparten un parentesco lingüístico y genético en el norte de Sur América y en países como Panamá, Costa Rica y parte de Honduras. Esos grupos incluyen hablantes de por lo menos 24 lenguas relacionadas, buena parte de ellas extintas. (Langebaek, 2019).

 

Por lo que podemos afirmar que los muiscas fueron una macrofamilia lingüística hablante de una lengua del tronco chibcha, una de cuyas variantes dialectales se habló en el valle del río Botello en lo que actualmente es el Municipio de Facatativá.  El notable escritor, periodista e historiador neogranadino, José María Vergara y Vergara, nacido en Bogotá el 19 de marzo de 1831 y fallecido en la misma ciudad el 9 de marzo de 1872 escribió una obra documental valiosa titulada Historia de la Literatura en Nueva Granada, la cual publicó en 1867. En dicha obra nos referencia rápidamente la conquista del imperio muisca, así:

 

Ciento sesenta y seis hombres, hemos dicho, fueron los conquistadores del Imperio Muisca gobernado por dos príncipes, el zipa en Bogotá y el zaque en Tunja, que tenían a sueldo a miles de hombres y centenares de pueblos bajo su obediencia. ¡Cosa increíble a primera vista, si no se reflexionara en el poderoso auxiliar de aquellos aventureros -el arcabuz y el caballo-, combinados con el arrojo y dirigidos por la preeminente inteligencia del licenciado Quesada! (Vergara y Vergara, 1974).

 

Es de suponer que esos datos los estima Vergara y Vergara a partir de las crónicas de Juan de Castellanos y de un sacerdote franciscano también historiador de quien hasta ahora no hemos hablado, Fray Pedro Simón, quien nació en San Lorenzo de la Parrilla, España, en 1574 y fue fallecido en Ubaté, Nueva Granada en el año de 1630. Él escribió una obra monumental titulada Noticias Historiales, en seis tomos.  De dicha obra se tomarán unas citas en lo que viene, porque también es una mina de datos valiosos en lo referente a la historia neogranadina y aun, venezolana.

 

3.      PERSECUCIÓN Y MUERTE DEL ZIPA TISQUESUSA EN LOS PEÑOLES DE TOTACATIVA O FACATATIVÁ

En lo que actualmente se conoce como Parque Arqueológico de Facatativá y que anteriormente fuera denominado Parque Arqueológico las Piedras del Tunjo, es probable que hubiera existido en tiempos precolombinos el adoratorio solar cuyo nombre en lengua muysccubun habría sido Chueca, cuyo significado se explicará más adelante. Cuando la expedición capitaneada por Jiménez de Quesada llegó finalmente a la sabana de Bogotá (1537), se dio el choque entre ambos pueblos (hispanos versus muiscas), que tuvo el cariz, además, de ser el choque de dos mundos, dos universos y dos mentalidades. No nos detendremos aquí demasiado, amén de aquellos episodios relativos exclusivamente a Facatativá. Según datos aportados por el cronista español don Pedro de Aguado, Gonzalo Jiménez de Quesada habría fundado en la explanada de Tibsaquillo (Teusaquillo) a Santa Fe de Bogotá el 6 de agosto de 1538. Noticioso Jiménez de Quesada que los muiscas (a quienes los hispanos llamaban “moscas”), se habían pertrechado en unas altas peñas, cuevas y concavidades cerca de Santa Fe, se dirigieron hacia allá, tras la expectativa de ganarles mucho oro, plata, tumbaga y esmeraldas. (Aguado, 1906). Don Juan de Castellanos aporta esta noticia sobre el zipa Tisquesusa, en lenguaje prosificado: 

 

Tisquesusa: Cacique que reinaba en Bogotá (actualmente Funza) cuando llegaron los cristianos y cuyo nombre quiere decir, en la lengua de ellos, “Cosa noble puesta sobre frente”. Después de muerto Nemequene, quedó por sucesor en el Estado, su sobrino Tisquesusa, el cual, a la sazón era cacique de Chía, donde dicen que procede el rey de Bogotá y ansí (sic) primero que goce del primero señorío (sic), ha de ser el de Chía su principio. (Castellanos, 1997)

 

Hubo unos enfrentamientos cruentos entre los hombres de Gonzalo Jiménez de Quesada y los soldados del zipa Tisquesusa, quien, al parecer se habría refugiado en cuevas del cerco pétreo de Chueca, actualmente parte de Facatativá; protegido por sus guerreros. El capitán Alonso de Olalla, a quien posteriormente le fuera concedida la Encomienda de Facatativá por parte de Gonzalo Jiménez de Quesada, a juzgar por el cronista, se vio fuertemente malogrado durante un feroz enfrentamiento contra los indígenas muiscas o moscas, en la pugna por alcanzar una cima ubicada en el actual poblado de Susa (Cundinamarca). Los hombres de Gonzalo Jiménez de Quesada venían persiguiendo al zipa Tisquesusa quien se refugió en el cercado de Chueca, 1538. Dejemos que sea el propio cronista, fray Pedro Simón, en sus Noticias Historiales, vol. III, quien nos lo narre en su propia voz:

Partióse el general, sin dilatar la ocasión, a prima noche con la mayor parte de caballeros y peones, y caminando toda ella hasta pocas horas antes que se acabara, fueron a dar donde los llevaba el guía a los aposentos de campo y cercado del señor Tisquezuza (sic), que les hallaron cercados de innumerables indios. Los cuales, como se vieran sobresaltados, queriendo huir no acertaban por dónde, aunque luego comenzaron a tenderse, unos por aquellos campos y otros a arrojar tizones de las lumbres que tenían en sus riachuelos, otros daban desaforadas voces, sin que ninguno atinase a tomar armas. Y así, fueron desbaratados con las de los nuestros, ahuyentándose los más a las espesuras de los montes que no estaban lejos, donde había otros muchos indios que la habían tomado por sus moradas después que los nuestros entraron a sus tierras y casas.  Salió también de las suyas el miserable rey Bogotá huyendo de estas tempestades por un postigo de su cercado. Acompañándole algunos señores de los principales y muchos caballeros de su guarda que le fueron muy fieles. Y dando sin pensar con una escuadra de caballos y peones, y sin saber tampoco los nuestros que allí iba el rey, un peón ballestero llamado Domínguez disparó a bulto una zaeta (sic), y pasando por entre los demás indios, atravesó al desgraciado rey por las espaldas. El cual, sitiándose herido de muerte, avisó a los compañeros que, ayudándole como leales vasallos, le llevaron en volandas y metieron en un montecillo que estaba cerca, para que no quedase entre sus enemigos, donde rindió miserablemente la vida, bañándose en su sangre… (Simón, 1981)

 

De esta manera fue como el 15 de octubre de 1537 el ballestero de Jiménez de Quesada, Alonso Domínguez, impactó con un venablo en plena espalda al cacique Tisquesusa o Tisquezuza, en el cerco de Chueca, el último de los zipas de Muyquytá; quien fue auxiliado por sus lugartenientes y levantado para conducirlo a la espesura del monte donde al parecer falleció ahogado en su propia sangre. Triste final para el zipa.

 

[TISQUESUSA

¡Soy señor de Muyquytá, rey del zipazgo!

¡Mi cabeza la corona luz de luna!

Heredé de Nemequene en la laguna

El poder sobre cacique y cacicazgo.

 

Por el alto territorio donde yazgo

Me conducen capitanes en tribuna;

Adornada de esmeralda y flor montuna

¡Desde donde ejerzo el mando y mecenazgo!

 

Cuando vino el español la guerra a muerte

Decreté contra el tirano, mas la suerte

Quiso un día que muriera en el cercado.

 

Donde flota mi alma entera en la llanura

Y mi espíritu de gloria allí perdura

¡El Manjui mi gran secreto ha resguardado!]

 

4.      ETIMOLOGÍA DE LOS TOPÓNIMOS: CHUECA, TOCATATIVA Y FACATATIVÁ EN LENGUA MUYSCCUBUN

El historiador Roberto Velandia Rodríguez, oriundo del municipio cundinamarqués de Pandi, dio esta explicación: La palabra Facatativá significa en legua chibcha “cercado fuerte al final de la llanura”, y su grafía indígena se representa con los vocablos Faca-ta-thiva, Tocatativa, Faca-higatativa, que por deformación eufónica se deformaron en Facatativá. Primitivamente existió un pueblo indígena cerca al cerro de Majuy o Manjui, que los naturales llamaban Tocatativa, en el sitio conocido con el nombre de Pueblo Viejo, dice Rufino Gutiérrez en sus Monografías. Antiguamente también se llamaba Chueca.  La sede principal o fortaleza de los chibchas era el cercado de los Zipas, formado en torno a un grupo de gigantescas piedras que servían de morada y adoratorio, socavadas algunas por profundos túneles, desde cuya altura vigilaban la inmensa llanura. En esta base estratégica mantenían una fuerte guarnición para defender sus dominios de los belicosos panches. (Velandia Rodríguez, 1971)

 

Esta interpretación ha hecho carrera a nivel local y se cita frecuentemente como verdadera, aunque vale decir que no es la única y en aras de cientificidad siempre es recomendable consultar otras a la luz de recientes investigaciones. En el año 1979 el filólogo clásico español Yosu de Lezama y Urrutia quien para entonces se hallaba vinculado a la Universidad Santo Tomás de Aquino de Bogotá en calidad de profesor investigador, publicó una valiosa obra titulada: Apuntes de Lingüística Aborigen. En la página 150 de la precitada obra publicó la siguiente interpretación del topónimo Facatativá:

Facatativá (población de Cundinamarca) <va (fuera), ka (cercado), ta (labranza) tivá (amo, señor, capitán) = Señor del cercado fuera de la labranza. (Lezama y Urrutia, 1979).

 

Esta traducción-interpretación no riñe con la de Roberto Velandia antes más bien la complementa y aporta nuevos y valiosos elementos. Eso querría decir que al pie del cerro Majuy cuyo nombre posteriormente se fijó en Manjui, (quizás para diferenciarla del Majuy de Tenjo), hubo en épocas precolombinas un cercado defensivo -probablemente hecho de piedras u otros materiales menos duraderos-, la cual habría sido morada estacional del zipa de Bacatá, señor y gobernante máximo de las confederaciones del altiplano cundiboyacense. Porque sabemos que el Imperio Muisca tenía dos grandes cabezas visibles en cuanto a gobierno se refiere, el zipa, quien por lo general aposentaba en Bacatá, poblado que diera pie a lo que después se denominaría Funza, el actual municipio cundinamarqués. Y el zaque, cuya morada estaría fijada en inmediaciones de lo que hoy en día es Tunja, capital de Boyacá.

De otra parte, Langebaek hace unas consideraciones en torno a étimos o raíces de lengua muysccubun, relacionadas con -tiva / -tiba, presente en el topónimo Facatativá, así: Los documentos hablan de sijipcua o caciques, pero también de sybintiba y utatiba, capitán mayor y capitán menor respectivamente, aunque hay otras palabras que sugieren que existían también tybarague o capitanes de casa, que también se traduce como “capitán menor”, sin que exista certeza que se tratara de los mismos utatiba. Probablemente no; los utatibas serían capitanes de patios alrededor de los que se concentraban viviendas y en cada una de ellas la cabeza de familia habría sido un tybaraque. (Langebaek, 2019). -Tiva/ -tiba significaría entonces: patio, llanura, sembradío.

Según datos aportados por Velandia Rodríguez, anteriormente citados, en territorios de lo que actualmente es Facatativá habría existido, antes de la llegada de los españoles, un legendario poblado indígena al pie del cerro Manjui al que se denominó: Chueca y posteriormente Tocatativa. Chueca en lengua muysccubun se podría descomponer etimológicamente así: -Chue: seno (de mujer), teta. (González de Pérez, 1987); parónimo de Sua que significa sol.  Mientras que el sufijo -ca significa: cerca, cercado, valla o vallado. (González de Pérez, 1987), lo cual se confirma a su vez en la página web del grupo de investigación Muysc cubun, dirigido por Diego F. Gómez (Gómez, 2015); que también maneja otras fuentes documentales de la lengua muysccubun, además de la obra transcripta por Stella González de Pérez; todo lo cual es del máximo interés para el estudio de dicha lengua. Todo el vocablo Chueca podría significar entonces: Cercado (quizás de piedra), donde se levanta un promontorio en forma de seno. Es probable que Chueca pudiera haber sido el nombre indígena del emplazamiento megalítico de las Piedras del Tunjo, a donde quizás afluían desde distintos puntos de la sabana y del país muysca a realizar ofrendas y celebraciones religiosas. Algunos de esos gigantescos peñascos tienen esa forma, es decir, son sinumorfos. De otra parte, hay evidencias arqueológicas antiguas de que allí hubo también adoratorios solares que igualmente los hubo en la cima del alto del Manjui.

Mientras que el arqueo topónimo Tocatativa pudo haber sido el nombre primigenio del poblado indígena al pie del Manjui se podría interpretar así: -toca= presto, pronto. (Gómez, 2015). Con significado adverbial. Mientras que Stella González de Pérez transcribe que dicha raíz se solía emplear acompañada de verbos negativos (González de Pérez, 1987). Toca se podría interpretar como: El primer puesto o avanzada en la llanada al pie del cerro. El infijo -ta significa labranza, sembrado o sembradío. El Diccionario y Gramática Chibcha lo traduce así: Labranza: Ta. Haser (sic) labranza, ta bquysqua [o] itansuca [o] itagosqua. (González de Pérez, 1987). El sufijo -tyba denotaba significados diversos, veamos: (1) Amarillo, pardo, morado, marrón claro (http://muysca.cubun.org/tyba). (2) Interj. ¡Hola compañero! ¡Hola compadre! ¡Hola viejo! (Gómez, 2015).

Tocatativa bien podría significar lo siguiente: Primer puesto o avanzada en el sembradío (de papa de flor amarilla, también la hay de flor morada) del capitán. Por sentido traslaticio quizás: fortaleza o cercado mayor, (esto último es conjetural), aunque a nivel local se ha tomado también en este último sentido. El vocablo papa, atemperado en el muisca por vecindad geográfica y por intercambio comercial con los pueblos de los Andes sureños fue tomado en préstamo del quechua: papa. (Pazos Bastidas, 2012)

El cambio morfo-semántico de un topónimo al otro no fue inmediato. Se debe tener en cuenta que los procesos de cambio diacrónico en la lengua son relativamente lentos y pueden abarcar desde décadas hasta siglos. Velandia Rodríguez trae en su cita las dos variantes previas del topónimo Facatativá: vocablos Faca-ta-thiva, Tocatativa, Faca-higatativa. El prefijo fa-, da a entender Yosu de Lezama y Urrutia en su interpretación que sería una deformación posterior a partir de la raíz muysccubun -va que significa fuera, externo. Curiosamente en el Diccionario y Gramática Chibcha no figura va. De otra parte, el sitio web grupo de investigación Muysc cubun, arroja el significado: fa: adv.t. Hoy, en este día. Ahora. (Gómez, 2015). Prosiguiendo tenemos que el infijo -ka, -ca- denota: cerca, cercado valla o vallado, como ya anteriormente lo habíamos establecido (González de Pérez, 1987). El infijo -ta- denota labranza (ibíd.) y el sufijo -tyba, ya anteriormente lo analizamos, denota: amarillo, morado, pardo o marrón claro.  Un sentido apocopado es el que ha sugerido el historiador madrileño Miguel Aguilera cuando interpretó el significado de la raíz -tyba como capitán, o a la mano. Todo el topónimo Facatativá significaría entonces lo siguiente: Cercado o fortaleza en (medio del) sembrado del capitán o del capitán que está a la mano.

El Himno de Facatativá en su coro dice lo siguiente: /Avanzada al final del plantío/ Fortaleza y mansión señorial/… Fue un intento de su autor, Luis Eduardo Moreno Camacho, por explicitar en el texto hímnico lo que en ese momento se decía que significaba el topónimo Facatativá. Nadie tiene la última palabra sobre lo que ese vocablo significa, solamente hay interpretaciones y aproximaciones. No obstante, lo que el himno explicita es más próximo a Tocatativa que a Facatativá, según lo acabamos de interpretar. El himno reproduce la interpretación de Velandia Rodríguez, que, como decimos, hizo carrera local.

 

 

[CHUECA-TOTACATIVA-FACATATIVÁ

 

A los pies de la explanada las alturas

Del Manjui se deleitaban al mirarlo…

El poblado donde el Zipa al contemplarlo

¡Saludaba al dios del sol en andaduras!

 

Más allá donde las piedras con figuras

Y un mensaje que es deber interpretarlo…

La gran Chueca al alto Ser al saludarlo:

¡Invocaba para el pueblo sus venturas! 

 

Capitanes y guerreros con sus lanzas

Custodiaban al gran Zipa sin tardanza

¡Era el hijo del señor Chiminigagua!

 

Los sembrados le ofrecían su belleza,

El sitial Faca-ta-thiva es fortaleza;

¡Del dios-hombre que gobierna tierra y agua!]

 

 

CONCLUSIÓN

Hemos realizado un rápido recorrido bibliográfico documental entre los cronistas más reconocidos de la conquista española en la Nueva Granada, desde Lucas Fernández de Piedrahita, Juan de Castellanos, fray Pedro Simón y fray Pedro de Aguado, hasta Juan Rodríguez Freyle, quizás el de más reciente data entre los consultados; andando siempre tras las pesquisas históricas en torno a las precolombinas: Chueca, Tocatativa y Facatativá.  También se consultaron obras atribuidas al conquistador don Gonzalo Jiménez de Quesada, cotejadas con autores modernos y contemporáneos. El trabajo no pretende ser acabado, porque ciertamente el tema es una cantera inagotable, dadas además las estrecheces metodológicas propias del artículo de divulgación.  Hemos podido constatar la antigüedad fundacional de Facatativá, dado que hunde sus raíces en un poblado muisca prehispánico, lugar de visita ocasional del zipa de Muyquytá, quien en procesión solemne solía visitarlo en distintas épocas del año, a juzgar por las noticias aportadas por los cronistas. El zipa Tisquesusa habría sido ultimado hacia 1537 en territorios del cercado ceremonial de piedra correspondiente quizás a la pretérita Chueca. Consideramos que tanto el Archivo General de la Nación (AGN) como los petroglifos del Parque Arqueológico de Facatativá (PAF) tienen aún muchos secretos ocultos que es deber de las nuevas generaciones desentrañar. Mientras tanto, nos permitimos aportar unos modestos avances en materia etno-etimológica, lo mismo que en la explicitación de datos historiográficos aportados por los cronistas de Indias que aportan luces para la datación de Facatativá. Los sonetos (entre clásicos y alejandrinos) tienen objetivo didáctico entre las nuevas generaciones. De esta forma aportamos nuestro granito de arena a la Cátedra Facatativá (CF).

 

[GLIPTÓPOLIS

 

Megalitos con pinturas de otras eras

Que un mensaje en petroglifos encriptados…

Muestra al mundo con simbólicos grabados

Como un lienzo hecho de piedra y sementeras.

 

Los premuiscas con tinturas de maderas

Diseñaban sus geométricos trazados…

Desde triángulos y campos angulados

Hasta un sol helicoidal de luz primera.

 

Las parejas con su canto a las estrellas

Adoraban a los astros y centellas

¡Luz que ofrece una deidad en las alturas!

 

Vieja voz Faca-ta-tiva nos ofrece,

Concepción del universo que aquí crece

¡Como un himno de oraciones siempre puras!]

 

 

Bibliografía

Aguado, F. P. (1906). Recopilación Historial (Vol. V). (G. d. Colombia, Ed.) Bogotá, Cundinamarca, Colombia: Imprenta Nacional. Recuperado el 25 de junio de 2022

Castellanos, J. d. (1997). Elegías de Varones Ilustres de Indias (1° ed., Vol. 1). (G. R. Medrano, Ed.) Bogotá, Bogotá Distrito Capital, Colombia: Selene Impresores. Recuperado el 20 de Junio de 2022

Fals Borda, O. (1986). Historia doble de la costa (2° ed., Vol. 03). (C. V. Editores, Ed.) Bogotá, Bogotá Distrito Capital, Colombia: Lito Camargo Ltda. Recuperado el 25 de junio de 2022

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Jiménez de Quesada, G. (1539 ca.). Epítome de la conquista del Nuevo Reino de Granada (Vols. Boletín Cultural y Bibliográfico, 1979-03-15). (B. d. República, Ed.) Bogotá, Bogotá Distrito Capital, Colombia: Banco de la República, Boletin Cultural y Bibliográfico. Recuperado el 25 de junio de 2022

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ANEXO FOTOGRÁFICO


 

Fotografía antigua del Parque Simón Bolívar de Facatativá - Cundinamarca.
1921, aprox. Anónima.

Torre de la Catedral de Facatativá. En primer plano la bandera bicolor facatativeña.
Archivo fotográfico de Nabonazar Cogollo Ayala.

Vista lateral del Parque Santa Rita
Archivo Fotográfico de Nabonazar Cogollo Ayala.