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Escritor, investigador y humanista colombiano, con estudios en filosofía. Fomentador de los cánones clásicos de la poesía española e hispanoamericana, en un sano marco de patriotismo colombiano y latinoamericano.

viernes, 18 de marzo de 2016

EL PETIMETRE

EL PETIMETRE
Por: Nabonazar Cogollo Ayala

Era un cierto petimetre de insolente altanería
Que irradiaba algarabía con sus burlas pordoquier…
Con su gesto estrepitoso de la gente se reía
Y en su rostro traslucía su infamante proceder.

La noción de la etiqueta no tenía el mucharejo
No seguía el buen consejo… ¡Avistrajo era el gañán!
¡Qué penuria era tratarlo! Su ademán era el reflejo
De una casa donde el viejo no educó con firme afán.

Una tarde el jovenzuelo fue a comprar en una tienda
Fruta y fiambre, la merienda que llevaba a su plantel.
Con su gesto de arrogancia dice… -¡Fruta que me venda!
-¡Mueva rápido y atienda! ¡Quiero pan de moscatel!

-Sí señor ya se le atiende y mejor si con modales…
-¡No moleste con sus tales! ¡Deme ya lo que pedí!
-Usted quiere su dinero y yo quiero mis frutales
¡No sermones ni puntales de instrucciones sobre mí!

Con sus panes al momento el tendero hizo el despacho
Los tomó con gran empacho, insolente el chico aquel…
Los pagó y marchó al instante  con triunfal maledicencia,
No dio gracias… ¡Qué indecencia! Fue su gesto frío y cruel.

Y con pasos arrogantes se marchó cual amo fiero
El tunante que primero procuraba el ofender…
Pues el mundo le quedaba pequeñito. ¡El altanero
Era ardiente sonajero de agresiones a doquier!

Cierto día fue a la calle ignorando la medida
De ley seca establecida del ocaso al nuevo sol.
-¡Esas normas no me importan! Fue su dicho pendenciero
-Una pola tomar quiero y embriagarme con alcohol.

Se compró su jarra grande de cerveza que espumosa
Rebosaba de sabrosa, se marchó sin caso hacer…
De la ley seca imperante, por la calle se empinaba
Su gran jarra que libaba ignorando su deber.

Unos pasos, lo detiene la exigente policía,
El gañán no lo creía… ¿Quién se atreve a detener
Al más fuerte de los hombres? ¡Poderoso ciudadano
Que no teme al soberano ni al agente ni al cuartel!
Lo detienen y lo llevan sin chistar al calabozo
¡Grita y muerde el muy baboso! Más él nada puede hacer…
Tras las rejas lo aseguran mientras pasa la medida
Que con sorna decidida decidió desconocer.

Más se aumenta en varios días la medida procedente
Pues el chico fue insolente y agredió con su actitud.
Al agente que del orden le aplicara restricciones…
¡Irrespetos e infracciones se vinieron en alud!

Y pasó sus muchos días, detenido el mentecato,
Asumía el desacato como algo muy normal…
Pero el hambre y las penurias del horrible calabozo
Rebajaron ese gozo de su dejo antisocial.

La soberbia fue pasando y dio paso a la cordura,
La prolífica locura de creerse siempre más…
Le enseñó lo que genera en las viejas sociedades
Donde hay leyes y verdades que aseguran sana paz.

Del amargo calabozo, cabizbajo y malherido
Salió el antes atrevido, maloliente como un riel.
Entendió que el irrespeto y las risas hilarantes
Solo agravan al instante nuestra pena con más hiel.

Ay muchachos aprendidas tengan estas enseñanzas
No transiten las andanzas del creimiento antisocial…
No se sientan más que nadie  ni las normas desconozcan,
Siempre al otro reconozcan con el gesto más cordial.

Cuando deban, den las gracias y saluden con fe viva,
De esta forma nunca esquiva les será la sociedad.
Mas si optan por ser fieros, mandamases insolentes
No lo duden que las gentes les dirán su cruel verdad.

Nabonazar Cogollo Ayala
Agosto 7 de 2013
Madrid (Cundinamarca)

jueves, 17 de marzo de 2016

EL SABIO DE OCCIDENTE Y EL ERMITAÑO


EL SABIO DE OCCIDENTE Y EL ERMITAÑO
(Apólogo)
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
Una vieja leyenda cuenta que había en la India legendaria un sabio ermitaño entregado completamente a las meditaciones y las labores espirituales en un sitio en despoblado. Aun cuando pertenecía a las más ricas y linajudas familias chatrias, él había optado por abandonar palacios, lujos, vestidos de seda y armas enjoyadas, para vestir harapos y retirarse a encontrar a Dios en su interior, en las afueras de la ciudad. Era un hombre de Dios, que veía la presencia del altísimo en el canto de las aves silvestres, en los dorados peces que jugueteaban en el arroyo cercano y en el agudo y estridente trinar de las chicharras en el invierno. Según su modo de ver nada le pertenecía en propiedad porque todo lo material “lo ataba a la mezquindad del mundo”, como él solía decir y añadía: “…el día más feliz de mi existencia, será aquel en que Dios me llame a su sagrada presencia”. Cierto día Susrava  (que así se llamaba el sabio ermitaño) recibió la visita de un estirado poeta español, que desgranaba  poemas y estrofas con la facilidad de un arroyo de aguas cristalinas. ¿Qué buscaba aquel refinado hombre de letras en la humilde vivienda de un ermitaño que se alimentaba de miel silvestre, frutas y langostas? Le habían hablado con asiduidad de la sabiduría de Susrava y quería confrontarla con su propio saber, sólidamente afincado en las letras y en la poesía. Para ello había atravesado Europa y parte de Asia… finalmente estaba ahí ante Susrava, a quien miró de arriba abajo con desdén y desprecio, como el hombrecillo insignificante y de actitud asustadiza que en principio le pareció que era…

-Conque tú eres el hombre sabio de la india que habrá de humillar mi sabiduría literaria cultivada y reconocida en las mejores universidades de occidente?
-Buenos días ilustre visitante… ¡Bienvenido seas a esta mi humilde morada! No sé qué te trae, pero sea lo que sea eres bienvenido. Siéntate por favor…
-¡Gracias! Pero antes dime… ¿Qué me puedes enseñar tú? ¿Cuántos títulos universitarios posees? ¿Cuántos libros has escrito? ¿Cuántas lenguas hablas? ¿Cuántas ciencias dominas?
-Los dioses nos sean propicios, imploremos para ambos sus bendiciones y bienaventuranzas… En ellos nace y a ellos vuelve la ciencia toda. Veamos…
La sabiduría no viene en frascos ni se vende al  por mayor en tiendas ni boticas. Ella surge dentro de tu propia alma, a la luz de la meditación quieta, serena y reposada. El saber no radica en un título universitario… ¿Qué título universitario le pedirás al derviche de Irán que ha descubierto en su alma las respuestas a los grandes problemas del mundo, luego de mucho meditar? ¿Qué título universitario le pedirás a los abuelos, llenos con la sensata reflexión del paso de los años? ¿Qué título universitario le pedirás al niño de escasos años que con su inocente y tierno preguntar pone en jaque a padres y adultos? El reconocimiento oficial dice que te has hecho merecedor de un título, pero el título por sí mismo no es la sabiduría, apreciado hermano de occidente…

-¿Ese es todo tu saber, hombrecillo? ¿No tienes nada mejor que ofrecer? ¡Eso es mero sentido común! ¡Cualquiera sabe eso! ¿Para eso vine desde tan lejos hasta acá? ¡A que me digas lo que todo el mundo sabe!

-Contén el juicio fácil de tu lengua irrespetuosa que ciertamente te lleva al error y a la perdición, hombre necio de occidente. Si crees que todo lo sabes y que todo lo has resuelto plenamente, no tendré nada que enseñarte…
Encolerizado el ilustre profesor quiso entonces humillar al hombrecillo hablándole en pulidas estrofas castellanas, con rima perfecta:

-¿Qué te crees, hombre pequeño?
¡Tan minúsculo es tu ser!
¿Enseñarme ese es tu sueño?
¡Poco y nada es tu saber!

-Cierto poeta le dictó a mi alma estas máximas, hombre necio de occidente:

-Hombre de occidente, hombre…
Levantado en egoísmo…
Tan confiado en tu ser mismo
¡Que olvidaste el santo nombre!

El saber no está en los títulos
Pues lo hallas siempre en ti…
Meditando el frenesí
De este mundo entre sus vínculos.

Petulancia y prepotencia
No te llevan al saber…
¡Más te alejan de su ser
Y te enseñan falsa ciencia!

Minimiza esa creencia
Que eres sabio entre los sabios…
¡Que el saber está en tus labios
Y en los otros es demencia!

Egoísmo es mal amigo
Que te lleva al precipicio…
Y te ofrece el desperdicio
De un saber que es enemigo.

El saber yace en las cosas
Cotidianas de la vida…
Él a diario te convida
En el niño y en las rosas.

Vete amigo de occidente
Y no olvides la lección…
¡Que no mande el corazón
La razón del imprudente!

Anonadado el eximio profesor de literatura al ver la facilidad con que aquel hombrecillo de la India versificaba en una lengua que no era la suya propia y la profundidad de la lección de vida impartida,  solo atinó a balbucear…

-Pero… ¿Cómo? ¡No es posible! ¡Vos no habláis español como vuestra lengua materna! ¿Cómo es que podéis versificar y con semejante facilidad? De otra parte… ¿Quién os ha enseñado toda esa filosofía de vida? ¿Quién ha sido? ¡Yo también quiero aprender!
-¡Hombre sabio de occidente! Vuelve por dónde has venido. Ya mis labios han hablado, como decía Jesús de Nazaret, vuestro Dios y Señor: ¡El que tenga oídos para oír, que oiga… El que tenga ojos para ver, que vea!

Dios vuestro Señor esté contigo hoy y siempre.
Madrid (Cundinamarca)
Marzo 23 de 2014

sábado, 12 de marzo de 2016

¡NO ME PEGUES MI AMO!

¡NO ME PEGUES MI AMO!
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
2013

¡No levantes tu mano contra mí! ¡No lo hagas!
Ya no más me maltrates que yo siento dolor…
Soy un vivo organismo que resiente la carga
De tu fuerza indolente sobre un cuerpo hecho flor.

El más bello entre todos soy un noble caballo
De magnífica estampa y de pelambre alazán…
Una vez las alturas yo crucé como un rayo
Y tracé con Pegaso celestial tafetán.

Yo volé con Babieca cuando el Cid fue jinete
Y luché contra el moro defendiendo la cruz…
Mi piafar retumbante contra el mal arremete
Pregonando a Santiago que de España es la luz.

De Alejandro el más grande entre los grandes fui amigo
Y Bucéfalo el noble y valeroso corcel…
Fue su fiel compañero que batió al enemigo
Y fundó junto al amo la ciudad y el cuartel.

De Bolívar el genio de la América grande
Fue Palomo, estandarte de nevado lucir…
Y el caudillo cruzaba con su ejército, el Ande
Junto a aquel mensajero de precioso existir.

Si en las viejas ciudades tú me ves que yo ando
Remolcando una zorra… ¡No te olvides de mí!
¡Yo soy grande en la historia! Te lo estoy recordando
Desde Grecia hasta España yo el pasado tejí.

Y volé con mis alas hasta el cielo estrellado,
Inspiré yo a Leonardo de la Italia el pintor…
Fui figura en las letras, mi existir transportado
Lo has mirado en tus artes… ¡Dame un trato mejor!

Soy un noble caballo, mi figura esplendente
Te recuerda al equino de los grandes de ayer…
¡Dame un trato más digno! Soy pasado y presente
¡Soy la luz de tu patria que libera tu ser!

Si me haces sufrir con tu zurriago rabioso
Mis ijares sufrientes no lo maldecirán…
Pero tú cargarás sobre tu ser orgulloso
Ese mal infamante que me das con afán.

Que el Señor de los cielos te bendiga, mi amo
Yo te sigo sirviendo con mi ser de dolor…
Y llegado ese día del partir sosegado
Te diré… ¡Yo soy grande, ser caballo es mi honor!

Madrid (Cundinamarca), octubre 8 de 2013