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Escritor, investigador y humanista colombiano, con estudios en filosofía. Fomentador de los cánones clásicos de la poesía española e hispanoamericana, en un sano marco de patriotismo colombiano y latinoamericano.

miércoles, 16 de abril de 2025

EL PLANETA AZUL SUFRE Y GIME (ensayo)

 

EL  PLANETA  AZUL  SUFRE  Y  GIME

Por: Nabonazar Cogollo Ayala

Allá arriba en el imperio de la arena

Un indio llora su pena mirando a Valledupar.

No comprende qué se hicieron las barreras

Las que protegían su tierra, ya no hay nada que cortar.

 

[La Profecía. Julio Oñate Martínez]

 

La teoría Gaia [1] afirma que el planeta tierra es un gigantesco organismo vivo, cuya piel protectora sería la capa exterior de la litosfera, sobre la cual se levantan los océanos y  continentes. Y cuyo ardiente núcleo en permanente estado de fusión e incandescencia haría las veces de un gigantesco y pulsátil corazón (¿geobiológico?). Según esta singular teoría, Gaia un día habría de tomar las más terribles retaliaciones, en lo que sería una especie de vórtice cataclísmico de impacto y consecuencias incalculables. La célebre canción Gaia del grupo musical español Mago de Oz, sostiene entre otras cosas lo siguiente:

Me vengaré y todo mal que me hagan

Yo te lo devolveré…

El hombre nunca fue dueño de Gaia

Es justamente al revés. 

El tono apocalíptico de la anterior cuarteta es ciertamente innegable. Según esto: ¿Nos hallaríamos ab portas de un desastre planetario de proporciones nunca antes vistas? ¿Sucumbiría el ser humano en un futuro no lejano, víctima de los graves desequilibrios que él mismo ha introducido en la estructura natural de la tierra?  Los pronósticos más objetivos de reciente publicación así parecen demostrarlo, aunque para muchas personas en diferentes puntos del planeta la amenaza sea más abstracta que real. En la presente ponencia pasaremos revista a los infolios de la historia y el pensamiento, en el lento proceso de depredación del planeta azul, nuestro hogar en el cosmos, en pro de intentar abordar desde su génesis hasta nuestro momento actual la crítica situación por la cual atraviesa la tierra.  

§ 1. Nace la idea del predominio sobre la naturaleza

Durante un poco más de mil años, en tiempos de la vigencia de la Edad Media, Europa asumió la realidad en términos de inusitada sacralidad. El mundo era la creación de Dios, Ser supremo todopoderoso (pantocrátor), omnisciente y omnipresente, sin la intervención de cuya voluntad no caía siquiera la hoja de un árbol ni se movía el cálamo de la caña, según la poética formulación del Evangelio. Esta forma de concebir la realidad y el papel del hombre en el mundo fue severamente impugnada en un lento y largo proceso de siglos (que llevó a varios ilustres hombres a la hoguera), por una postura fundamentada en dictados de razón, la modernidad, la cual preconizaba la primacía del ser humano en el universo. El hombre en función del hombre mismo, la razón auto referida y proyectada, en términos de productividad económica, hacia el mundo de lo natural, en cuyas más recónditas entrañas se guardaban aquellos maravillosos tesoros que la era de la mecanización habría de apropiarse para hacer avanzar el carro de la historia por los rieles del progreso. El petróleo, la hulla o carbón mineral, los metales preciosos y el gas metano, entre otros recursos, empezaron a ser ávidamente arrancados de las entrañas mismas de la tierra, “porque el progreso no daba espera”. La eficiente y productiva Inglaterra encabezaría con presteza el afán de los nuevos tiempos desde finales del siglo XVIII. La locomotora fue inventada por primera vez en 1804 por el ingeniero inglés Richard Trevithick (1771-1833) aun cuando fue perfeccionada posteriormente y empleada con fines comerciales a partir de 1829. El advenimiento de la máquina de vapor había hecho necesaria la depredación de grandes extensiones de bosques para alimentar con carbón vegetal las nuevas y contaminantes calderas. En 1735 el carbón vegetal ya había sido reemplazado por el carbón mineral, de efectos aún más nefastos en el medio ambiente por sus emisiones tóxicas a la atmósfera, de alto impacto en la misma. Desde entonces se echaron los cimientos de la Revolución Industrial y con ella, el advenimiento de los nuevos tiempos, el surgimiento de las comodidades mecanizadas y un nuevo concepto de confort y nivel de vida nunca antes imaginado. Pero la transición de un mundo al otro no fue fácil y el costo social fue altísimo. Más de un niño debió morir sepultado en las peligrosas minas de carbón inglesas, para que la nación avanzara en riqueza y poderío y conquistara una posición de privilegio en las nuevas coordenadas históricas. El hambre, la injusticia social y la explotación laboral fueron las constantes durante los siglos XVII, XVIII y XIX. El autor ruso Mijailov nos trae la siguiente noticia sobre explotación infantil en Londres, hacia 1840:

Los niños vivían en locales estrechos, sucios, con el aire viciado y todo su alimento consistía en una sopa de avena, un poco de tocino pasado y un pedazo de pan negro. En los patios de algunas fábricas podía verse cómo los niños sostenían batallas campales con los cerdos para arrebatarles la pitanza [comida].  [2]

La vieja factoría medieval ya había sido lentamente reemplazada por la moderna fábrica, con sus imponentes chimeneas, que empezaron a contaminar insensiblemente el aire puro y diáfano de un cielo que hasta entonces no había sido mancillado en su pureza. Los tiempos industriales empezaban a minar así el incalculable valor del planeta azul, ante la creciente indiferencia de los nuevos capitalistas de la industria. El río Támesis en Londres empezó a convertirse en vertedero de los terroríficos desechos industriales de las fábricas londinenses. Su homólogo, el río Sena, que surca a la proverbial París no corrió con mejor suerte. Y los ríos Hudson, San Lorenzo y Mississipi en los Estados Unidos empezaron a ser dragados para que en lo sucesivo sirvieran como vías de transporte fluvial, en detrimento de la riqueza ictiológica de los mismos. Nunca jamás aquellos valiosos ecosistemas -seriamente intervenidos entonces-, volverían a ser los mismos y la depredación continuaba su vertiginoso ascenso en espiral. La revolución industrial cobraba un elevado precio a la estructura física de Gaia.

§ 2. La modernidad a todo vapor…

La vieja y amarillenta idea de mundo sacralizado que forjaron los teólogos en la Edad Media, con el auxilio de las doctrinas aristotélicas principalmente, merced al genio de Tomás de Aquino (1225-1274)–el doctor angélico-; fue radicalmente reemplazada por la idea de un mundo explotable, pleno de riquezas vírgenes, es decir, de materias primas. Mundo este causal y racionalmente explicable a partir de las teorías evolucionistas de Charles Darwin (1809-1882), del naturalismo descriptivo del barón alemán Alexander von Humboldt (1769-1859) y de los modernos conceptos cartográficos y geodésicos. Finalizaba el Ancien Régime, para dar paso al nuevo orden de cosas en el mundo. El hombre a partir de entonces era nuevo, miraba a su mundo con ojos nuevos y se auto asignaba un nuevo rol ante un cosmos, la grandeza y magnificencia sacral del cual, si bien lo había aplastado y anonadado en la Edad Media, -en tanto creación armónica del arquitecto supremo-, ahora temblaba lívido y expectante ante ese hombre, auto propulsado que pretendía, erigirse en nuevo amo y juez del universo. Gaia tendría entonces por qué preocuparse.

Los Estados Unidos de América, Francia y Alemania habían seguido en principio los pasos iniciales de los ingleses, en materia de industrialización. Empezó a forjarse entonces lo que habría de llamarse el comercio mundial. Londres, Nueva York, Ámsterdam, Brujas, Bruselas, Paris, Río de Janeiro y Buenos Aires, -entre las primeras- vieron proliferar industrias y fábricas a gran escala en sus suburbios y extramuros. Se desmantelaron viejas construcciones plenas del rancio polvo de la historia, se desecaron lagos cristalinos, se cambió el curso de numerosos ríos y pulularon viviendas masivas para la emergente clase trabajadora o proletariado, al decir de Carlos Marx (1818-1883) y Federico Engels (1820-1895), los grandes teóricos del comunismo, en tanto doctrina que denunciaba la explotación del hombre por el hombre y la mecanización a ultranza perpetrada por el homo sapiens sapiens.

Gaia se resentía del nuevo y peligroso experimento humano, ante el enfático rumbo que había tomado la Revolución Industrial, en su fase más agresiva. Gaia veía ahora cómo sus cuerpos hídricos empezaron a ser seriamente afectados a ambas orillas del Atlántico, e inclusive allende el Pacífico y el Índico, hasta las costas del mar Amarillo, entre la milenaria China y el mistérico Japón de la dinastía Meiji. Sus lágrimas azules se tornaron aceitosas, manchadas con el aceite desechado de los primeros vehículos de combustión interna, con los poderosos ácidos nitrificados producto de la industria de pieles o marroquinería; y con el contaminante combustible diesel producto del derrame frecuente e irresponsable en alta mar de los buques cargueros de hidrocarburos. ¡Gaia veía como era intoxicada lentamente con los subproductos industriales de su propia sangre intravenosa!

§ 3. Se sentaron las bases ideológicas para el calentamiento global

Las nuevas formas de pensamiento que habían dado forma y piso a la explotación inmisericorde de los recursos planetarios –que en principio se creyeron inagotables-, habían transformado radicalmente el mundo y su apariencia, el modo de pensar de las nuevas generaciones y hasta al hombre mismo. La idea del hombre en tanto centro de la realidad y el cosmos todo [antropocentrismo], había revertido sobre el mismo hombre; y el ser humano auto referido, producto obtenido a partir de una nueva cosmovisión, aparecía ante sí mismo –ya en tiempos de la segunda Revolución Industrial-, como hombre objetivado, enajenado en la exterioridad rampante de los productos industriales que lo extraviaban de sí y lo arrojaban brutalmente sobre el cruel consumo masificado y dinerario de la producción industrial. ¿Qué empezó a ser entonces el ser humano de los tiempos de la II Revolución Industrial? Un ser inmerso en el oceáno pululante y floreciente de las mercaderías de consumo que por doquier lo asaltaban. Ser para el consumir, ser en función del poseer, del usar y del explotar. Ser mecanizado y mecanización del ser. Existencia hecha cosa y refundida con la cosa misma en una intolerable objetivación que traicionaba la propia e íntima naturaleza humana.

Entonces-en la nueva lógica de los tiempos- los tesoros que Gaia durante milenios había prodigado gratuitamente a las comunidades humanas, empezaron a poseer valor, a ser vendidos y traducidos a unidades monetarias. El aire puro, el agua, unos minutos del sol mañanero y un trozo de jardín para admirar geranios y rosas cualquier tarde; se presentaban como mercaderías tasadas a muy alto precio, en proporción a veces inalcanzable. El Gran Jefe Seattle de la tribu Pielroja de los Dwanwish decía en su célebre carta al presidente norteamericano Franklin Pierce (1804 - 1869), en el año de 1854, entre otras cosas, lo siguiente:

¿Cómo se puede comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea es extraña para nosotros. Hasta ahora nosotros no somos dueños de la frescura del aire ni del resplandor del agua. ¿Cómo nos lo pueden ustedes comprar?

(…)

El aire es valioso para el hombre pielroja. Porque todas las cosas comparten la misma respiración: las bestias, los árboles, el hombre. El hombre blanco parece que no notara el aire que respira. Como un hombre que muere por muchos días, es indiferente ante su propia hediondez. [3]

La ancestral y profunda sabiduría de los indígenas americanos, proverbialmente ecopreservativa y preocupada por lo natural, chocaba de frente en colisión dolorosa y desgarrante, contra el expansionismo agresivo de la moderna industrialización occidental, contra la explotación y el monetarismo que ponía precio a todo, incluso a aquello que por sí mismo era inenajenable e invaluable. ¡Gaia era ahora vendida a pedazos, desplazada, expropiada y usurpada! Y las comunidades más desprotegidas del mundo lo experimentaban en carne propia a manos de los gigantes de la industrialización, oráculos infalibles del nuevo orden de los tiempos.

§ 4. Nuestro país se industrializa…

Y la Revolución Industrial llegaría a Colombia. La joven república suramericana, enclavada en el extremo nororiental del subcontinente, no se habría de sustraer de la dinámica histórica de los nuevos tiempos. Barranquilla en principio, Santiago de Cali,  Medellín -la trovadora y labriega-, lo mismo que la fría y paramuna Bogotá, siguieron ávidamente los ejemplos dictados por sus homólogas de Europa y los Estados Unidos. La otrora república agrícola y campesina, habitada en su gran mayoría por gentes sencillas y humildes, que habían conquistado la cima de los Andes y los grandes cañones intermontanos, a golpes de constancia con la proverbial terquedad heredada del pueblo Vasco. Esa nación joven y vigorosa –decimos-, empezó el lento proceso de depredación de sus ingentes recursos naturales, quizás porque ello era parte de la lección industrial aprendida en el catecismo del progreso que los Estados Unidos nos enseñaban allende el mar Caribe, con su desarrollo traducido en elevados rascacielos, veloces metros ínter metropolitanos, un envidiable ingreso per cápita y un respetable lugar entre las naciones industriales del mundo. La dinámica histórica de los tiempos involucraba a una nación de tradición marcadamente clerical y habituada a una forma contemplativa y religiosa de ver e interpretar la realidad, desde los conventuales tiempos de la colonia. Los  tendidos eléctricos no se hicieron esperar, Bogotá adquirió tranvías para modernizar su neocolonial estilo de transporte masivo, Antioquia construyó su célebre ferrocarril y el río Magdalena empezó a ser surcado por vapores de fabricación americana, que le imprimieron una nueva dinámica a la producción nacional. ¡Cuán difícil resultó vencer la empinada resistencia de las montañas andinas para construir a través de ellas vías carreteables que unieran las llanuras costeras con el centro, el sur y el oriente del país!

La dinamita hizo su trabajo, mientras se intervenía seriamente la espina dorsal tripartita de los Andes, con el ánimo de obtener un país interconectado por una saludable red de vías y carreteras motorizadas. La industrialización seguía su marcha imparable y las viejas ciudades semi rurales dieron paso lentamente a modernas sociedades urbanas de crecimiento acelerado, signadas por los novedosos hábitos traídos por la radio, la televisión, el telégrafo y el consumo masivo.

La nación de las esmeraldas, las orquídeas, los juglares vallenatos y los más bellos paisajes de encanto primaveral empezó a pagar un alto costo por la industrialización: la intervención agresiva de sus recursos naturales por cuenta de las empresas explotadoras de petróleo norteamericanas, que se asentaron en suelo colombiano con posterioridad a la firma del tratado Urrutia-Thompson (1922). Por medio de dicho tratado se reconocía finalmente la independencia de Panamá y se entregaba a los Estados Unidos la concesión explotadora de nuestros yacimientos petrolíferos, entre otras prebendas. En la costa norte colombiana la juvenil Barranquilla imprimió un vigoroso impulso a la industrialización de esta parte de Colombia, a manera de ejemplo  a  seguir para otras ciudades del litoral, entre ellas la musical Valledupar, la legendaria ciudad de Francisco Salguero y el capitán Hernando de Santana, erigida a orillas del líquido cristal del Guatapurí. Fue construida en principio la carretera Valledupar-Fundación para unir la dinámica economía local con otros puntos del Magdalena Grande.

 

El río Cesar dejó de ser obstáculo para el comercio, por cuenta de la construcción del puente Salguero, pero las bondades de la industria trajeron consigo la depredación de uno de los entornos naturales más bellos y valiosos del planeta. El juglar vallenato no pudo denunciarlo de manera más elocuente en la canción La Profecía, que bien podría tomarse como un himno ecológico local:

 

El pasto verde que hay en tu región

Será cambiado por tuna y cardón.

Y el verde intenso  de tu algodonal

No será visto ya en Valledupar.

 

Las fértiles laderas de la sierra nevada de Santa Marta y los orgullosos bosques del legendario dividivi empezaron a ser depredados por cuenta de la explotación maderera inmisericorde durante décadas, ante la vista desconsolada de las etnias indígenas que ancestralmente las han habitado y preservado, bajo el amparo de sus viejos dioses tutelares, en perfecta armonía con la naturaleza. Quiera el Dios de Colombia y la voluntad local de nuestros gobernantes y ciudadanía en general que esta pavorosa profecía vallenata –tan bellamente cantada-, jamás se cumpla:

 

Si te descuidas vallenato

Se cumplirá tu profecía

Como dijera Pedro Castro

Que el desierto te alcanzaría.

(…)

Cuando ya el Valle sea un gran arenal

Lleno de tunas y grandes cardones.

Sólo se escucharán los acordeones

Porque su música será inmortal.  

§ 5. Un siglo y medio después Gaia sufre efectos devastadores   

Tornemos ahora nuestros ojos nuevamente al mundo para ver los resultados industriales de la concepción antropocéntrica que naciera en las postrimerías del siglo XVI. El boom de la ciencia y la tecnología en el siglo XX y lo que va del XXI han llevado en la actualidad a los recursos renovables y no renovables del planeta azul a límites antes ni siquiera sospechados, que amenazan seriamente a la especie humana. Las áreas boscosas de la Amazonía –que en conjunto liberan a la atmósfera la mayor cantidad de oxígeno, producto de la fotosíntesis-, se han reducido en un 20% en los últimos 30 años. Y la depredación conjunta de caucheros, laboratorios químicos interesados en nuevas y desconocidas drogas, industrias madereras brasileñas, colombianas y peruanas, entre otros factores de depredación sistemática, provocan cada año la deforestación de un área del tamaño de Suiza (unas 40 mil hectáreas), con pérdidas incalculables en fauna y flora. La extensión árida e hipercaliente del desierto del Sahara crece de manera alarmante cada año, con grave perjuicio de países como Argelia, Marruecos, Libia y Egipto entre otros. Hace unos 8.000 años se calcula que dicha área era boscosa y rica en agua, pero los cambios climáticos –acelerados en los últimos siglos por la deforestación y la explotación indiscriminada de hidrocarburos-, generó el desierto más extenso del planeta con un poco más de 9 millones de kilómetros cuadrados, un área tan grande como China o los Estados Unidos.

A continuación haremos una breve cronología comentada de los hechos más lesivos e impactantes contra el patrimonio ecológico del Planeta Azul, durante el siglo XX y lo que va del XXI.

  • En el año 1945 el entonces presidente de los estados Unidos, Harry S. Truman  (1884 - 1953) obligó al emperador Hirohito de Japón a aceptar la rendición incondicional, para dar término a la II Guerra Mundial. El mundo vio horrorizado como una bomba atómica de 20 kilotones de potencia caía en un céntrico sector de la ciudad nipona de Hiroshima, el día 6 de agosto. Ante la negativa de rendición, Nagasaki repitió el horror dos días después, el 9. El 14 Japón se rindió y la II Guerra Mundial finalizaba su vórtice de horror, violencia y destrucción. Conflagración esta que habría alcanzado un costo económico equivalente a un billón de dólares y un costo en vidas humanas calculado en 55 millones de personas, entre los que se incluirían los 5 millones de judíos que habrían sido sacrificados en campos de concentración por cuenta del delirio Nazi de superioridad racial.
  • En 1986 –durante la vigencia de la Guerra Fría-, se produjo una mortífera liberación accidental de radiación nuclear en la planta soviética de Chernobil (Ucrania), en lo que se considera la mayor catástrofe ecológica de la historia; 31 personas murieron y centenares de campesinos y civiles en inmediaciones de las naciones bálticas y del oriente de Europa vieron contaminados los cuerpos hídricos de dotación y consumo, lo mismo que sus plantaciones y crías de animales. Los efectos son devastadores y 21 años después se calcula que aún no han cesado.
  • En el año 1991 se dio la Guerra del Golfo Pérsico, desencadenada por la anexión del emirato de Kuwait que el dictador iraquí Saddam Hussein habría realizado dentro de su política de expansión panislámica. El hecho se dio el día 8 de agosto del año 1990. Una formidable coalición militar internacional, liderada por soldados de los Estados Unidos, Inglaterra, Arabia Saudita, Francia y Siria, entre otras naciones; invadió a Irak para exigir su liberación de Kuwait, lo cual se logró finalmente el día 28 de febrero. Saddam Hussein se retiró del emirato, no sin antes provocar un cuantioso derrame de petróleo crudo en las aguas del Golfo Pérsico y dejar incendiados los pozos petroleros kuwaitíes, los cuales emitieron gases contaminantes a la atmósfera durante más de una semana.   
  • En 1952 Estados Unidos hizo detonar en las Islas Marshall –en el Pacífico- una bomba experimental de fusión atómica. En 1953 La Unión Soviética hizo lo propio, con un artefacto nuclear de más de un megatón de potencia en la república socialista soviética de Georgia. En 1954 otra bomba norteamericana, esta vez con una potencia de 14 megatones, fue detonada por orden del Pentágono. A partir de 1954 se detectó en el planeta un fenómeno atmosférico nunca antes visto, las lluvias ácidas. En diferentes lugares del globo comunidades enteras padecieron los aterradores efectos del cáncer inducido, lo mismo que de enfermedades cutáneas y oculares a causa de esta nueva forma de contaminación, generada dentro del marco de la Guerra Fría. Recientemente Francia adelantó peligrosas pruebas nucleares en el atolón de Muroroa, lo que generó el rechazo enérgico de la opinión mundial. Una novedosa –y valiente- organización, Green Peace [Paz verde], se enfrentó contra los buques de guerra de la Armada Francesa, para detener las pruebas que ponían en serio peligro el frágil ecosistema del archipiélago de Tuamotu, en la polinesia francesa. Francia había declarado el área zona militar y desde 1966 adelantaba pruebas nucleares allí. En total el gobierno de París adelantó 176 pruebas en el sector, con lo que perpetró un daño ecológico de incalculables proporciones en la riqueza ictiológica y coralina del atolón.
  • En Colombia el panorama no es todo lo halagüeño que nos gustaría que fuera. Los constantes ataques de los grupos alzados en armas, contra la infraestructura petrolera de la nación, han provocado cuantiosos y contaminantes derrames de petróleo crudo sobre extensas zonas boscosas y cauces de ríos en los últimos quince años. Los daños han sido incalculables.

Las naciones más poderosas del planeta aún no parecían tomar plena conciencia de la inminencia de los graves daños y desequilibrios ecológicos, con los cuales se venía minando seriamente la estructura biofísica de la tierra. El secretario de las Naciones Unidas, Gro Harlem Brundtland, inició gestiones en 1983, ante el Gobierno de Noruega para elaborar un diagnóstico sobre los daños ecoplanetarios. El resultado nueve años después fue la celebración de la primera Cumbre Mundial de la Tierra, reunida en Río de Janeiro, en junio de 1992 a la cual asistieron representantes de 178 países del mundo. Dicha reunión fue poco más que un fiasco. La bancada de las naciones industriales hizo sentir su voz en tono autoritario, exigiendo a los llamados países del tercer mundo la cesión –al menos en calidad de protectorado-, de áreas ecopreservables gravemente amenazadas como la cuenca amazónica. Petición esta que indignó a los países del área. De otra parte la bancada de países pobres emuló el tono autoritario de los anteriores, exigiendo ingentes sumas de dinero para ”reparar” los desastres ecológicos ocasionados por siglos de industrialización, contaminación y depredación, cuyos resultados más evidentes habían sido el envenenamiento de cuerpos hídricos (mares, océanos y ríos) y el prominente agujero de la capa de ozono (que en esos momentos era tan grande como los Estados Unidos de América), entre los más graves. Las posturas fueron irreconciliables y los organizadores del evento, viendo lejana la suscripción conjunta de soluciones cortoplacistas, optaron por que se pudiera emitir al menos una declaración conjunta de principios de desarrollo sostenible y preservación de los recursos, es decir, un listado de buenas intenciones y principios aplicables en un futuro no muy lejano. Gaia seguía sufriendo y sus contaminadores no parecían quererlo entender aún.

¿Fue del todo inútil la Cumbre de Río? Ciertamente no. Fue al menos la primera campanada de alerta sobre el grave daño ecológico en el planeta azul. En el año 2002 se reunió la Cumbre de Desarrollo Sostenible en la ciudad sudafricana de Johannesburgo, a la cual asistieron delegados de 191 Estados; y los resultados volvieron a decepcionar a los organizadores. Las soluciones concertadas y a corto plazo no se lograron. El informe presentado ante la Asamblea Plenaria  señaló a Estados Unidos como la nación que emitía a la atmósfera la mayor cantidad de gases contaminantes, debido a su gigantesca infraestructura industrial. Las emisiones diarias de las turbinas de los aviones Boeing que por decenas surcan los cielos con destinos desde o hacia ciudades norteamericanas. Los desechos a base de compuestos fluoro carbonados, la contaminación hídrica y auditiva, entre otros frentes, cargaron la mayor parte de la responsabilidad del daño ecológico a la potencia del norte. El pronunciamiento del presidente George W. Bush dejó estupefactos a los gobiernos del planeta. El mandatario lamentaba profundamente los daños causados pero afirmaba llana y contundentemente la imposibilidad de cesar dichas emisiones, porque de por medio estaban los intereses económicos y nacionales de los Estados Unidos. Alentados por dichas declaraciones, los gobiernos de Japón e Islandia –respectivamente- hicieron otro tanto, por cuanto dicho informe también los señalaba a ellos, respecto de la pesca indiscriminada del atún de aleta azul, lo mismo que de la población de ballenas, entre otras especies ictiológicas gravemente amenazadas por la pesca industrial en alta mar. Una nueva declaración –ahora de principios de desarrollo sostenible y metas a mediano plazo-, fue el triste epílogo de la Cumbre de Johannesburgo, indudablemente muy bien intencionada pero impotente ante la realidad inmediata.

§ 6.  Calentamiento global y pérdida irreparable de recursos

La atmósfera se ha calentado por encima de lo normal en los últimos cinco años, la capa de ozono presenta en la actualidad un agujero que  ya se aproxima al tamaño de África, por cuanto bordea los 28 millones de kilómetros cuadrados (aun cuando en el año 2000 había llegado a la histórica cifra de 29 millones) [4]. Durante la primavera antártica dicho agujero se abre y la radiación solar ingresa con todo su ímpetu destructor sobre la superficie helada, lo que ha venido derritiendo el casquete polar e incrementando peligrosamente los niveles oceánicos y poniendo seriamente en peligro los hábitats de los osos polares, focas, cachalotes y elefantes marinos, entre otras muchas especies amenazadas. Los regímenes de lluvias –que alimentaban a los ríos más importantes del planeta como el Amazonas, el Nilo, el Volga, el Ganges y el Mississippi – Missouri; se han visto seriamente afectados, con prolongados períodos de sequía que han provocado la muerte de centenares de peces o el desecamiento de algunos de los tramos de dichas arterias fluviales.

Lo más preocupante es que las emisiones industriales a la atmósfera por parte de las grandes ciudades del planeta (Tokio, Nueva York, San Francisco, Ciudad de México, Shangai, Londres, etc.) aún no cesan, al menos en proporción significativa. Diariamente desechos tóxicos gaseosos a base de dióxido de carbono, cloro, bromo,  metano y óxido nitroso siguen ascendiendo a la capa de ozono en la estratosfera (entre los 15 y los 40 kilómetros de altitud), en donde se presenta la reacción en presencia de la radiación solar, que los transforma en átomos de cloro. Estos últimos a su vez reaccionan contra los átomos de ozono, liberando monóxido de cloro que vuelve a reaccionar contra los átomos de ozono, en un círculo vicioso que acaba con el benéfico gas que bloquea la radiación solar y multiplica la insana presencia del cloro y el flúor en nuestra atmósfera.  ¿Cuál ha sido el nefasto resultado del debilitamiento significativo del escudo protector que significa la capa de ozono atmosférica?  El incremento de la radiación solar con el consecuente ascenso de la temperatura y la variación drástica del clima en diversos puntos del planeta tierra, entre los 0.5 y los 4 grados –en los casos más críticos-.

§ 7. ¿Qué nos espera ab portas de un desastre planetario de proporciones incalculables?

El futurólogo José Cruz Ramírez se mostraba optimista nueve años atrás -en 1998- y pronosticaba lo siguiente:

Hacia el siglo XXI habrán de rectificarse muchos de los errores y atrocidades que a lo largo de cientos de años ha cometido la humanidad con su entorno planetario, la Tierra vista ahora como un ser biológico que necesita cuidados continuos será la nueva visión que se imponga ante las nuevas realidades, la conciencia ética del hombre lo llevará al rescate de su propia casa planetaria; el siglo XXI se caracterizará por enormes rescates y cambios de actitud definitivos por parte de los habitantes del mundo, esperamos que una era de reaproximación al orden llegue. [5]

 

Estudios predictivos adelantados por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos pronosticaban en febrero de 2004, cambios drásticos en la estructura climática planetaria, debido al preocupante incremento de desechos fluoro carbonados en la atmósfera de parte de las áreas más industrializadas del mundo, a ambas orillas del Atlántico. Este estudio ya alertaba sobre hechos preocupantes como la dramática escasez repentina del agua potable [el ahora denominado oro azul], la desertificación de extensas zonas donde la vida ya no sería posible y el forzoso desplazamiento de naciones enteras que vagarían por el mundo en busca de espacios habitables, lo que generaría nuevos y pavorosos conflictos. ¿Apocalíptico? En su momento lo pareció y la opinión mundial no se inmutó demasiado ante semejantes pronósticos, cuya realidad hipotética la calculaban lejana y poco probable.   

Luego de la preocupante ola de calor que azotó por varios días a buena parte de la América tropical, Asia y Europa hace apenas unas cuantas semanas (en lo que va corrido de 2007), algunos científicos se muestran pesimistas actualmente y las nuevas predicciones nos hablan de desiertos ardientes (Centroamérica y la llanura mexicano-norteamericana), en los cuales sería imposible la vida humana, hacia el año 2025, habida cuenta de un simulador del clima planetario que haría pronósticos sistemáticos para los próximos veinte años, según estudios recientes en algunas universidades norteamericanas (Pittsburg y Harvard). La vida sería posible solamente en regiones montañosas, en donde el antiguo clima frío de montaña se transformaría en clima cálido, poco usual en dichas altitudes pero al menos apto para la vida.

¿Ha variado significativamente la postura de los gigantes de la industria y la contaminación en el mundo? Los Estados Unidos producen el 25% de la contaminación del planeta tierra, por emisión de bióxido de carbono [6], según estimativo realizado por el premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz, recientemente. La liberación de desechos tóxicos gaseosos realizada por los Estados Unidos a la atmósfera supera la de Japón, China y la India juntos; y los efectos del fenómeno atmosférico de El Niño lo mismo que el calentamiento global, también han golpeado considerablemente su territorio. Extensas zonas boscosas han sufrido incendios forestales y efectos devastadores de vendavales como el Katrina en la histórica Nueva Orleáns estremecieron recientemente al mundo, ante la creciente e insólita indiferencia del gobierno de la Casa Blanca. Las autoridades locales del estado de California están exigiendo a sus principales industrias la utilización de fuentes energéticas renovables y más limpias, como las derivadas del sol (heliotérmica) o el viento (eólica), al menos en un 20%, con miras hacia el 2017. Legislaciones en similar sentido viene implementando el estado de Nueva York respecto de su producción local, con miras al 2013.

De otra parte la administración de George W. Bush ha trazado directrices para que las principales industrias estadounidenses disminuyan sus emisiones tóxicas a la atmósfera, al menos de manera autorregulada en principio. Algo se ha avanzado pero las emisiones siguen siendo significativas en cantidad, calidad e impacto y se necesitará algo más que buena voluntad y políticas de cumplimiento opcional, para que el grave impacto ecológico que diariamente perpetra la industria norteamericana en el ecosistema planetario, empiece a mermar su nefasto efecto sobre la castigada estructura biofísica de la tierra. Gaia ahora se resiente gravemente de la depredación salvaje e incontrolada que la vieja idea antropocéntrica de autodeterminación, explotación y obtención desmedida de riquezas transformables y vendibles –desde las postrimerías de los siglos XVI y XVII-, empezara a gestar en su seno.

El espacio planetario es finito y sus recursos tienen ciertamente un tope, no tan amplio y cuantioso como quizás se pensaba hace apenas unos ciento cincuenta años, cuando Inglaterra y los Estados Unidos campeaban triunfantes en las lides de la industrialización  y el desarrollo mecanicista. Gaia no es infinita, es depredable, deteriorable y susceptible de ser gravemente intervenida con nefastas consecuencias para sus propios moradores, desde los agraciados caribúes de las llanuras canadienses que se han visto desplazados por cambios abruptos en el clima de su hábitat, hasta los relucientes osos polares que han visto el deshielo de su espacio vital en los casquetes polares, en procesos lentos pero que posiblemente serían irreversibles.

¿Qué le espera a nuestro agraciado planeta azul? Los pronósticos son sombríos y se muestran aterradores, lo que lleva a pensar en una debacle planetaria que quiera el Dios de los hombres, se halle lejana, tanto cuanto más hipotética.  La perspectiva de frutos y hortalizas hidropónicas para nuestros hijos y nietos, la eventual desecación de los más bellos cauces de agua y la escasez del precioso líquido, hasta el punto de llegar a reciclarlo como ya hacen los países con tensión hídrica como Francia, Corea o Japón, francamente nos sobrecoge y llena de espanto, hasta el punto de llegar a preguntarnos. ¿Qué mundo irán a conocer nuestros descendientes? ¡Gaia es hermosa y preservarla y dar la pelea por ella vale la pena, como valerosamente lo hace el voluntariado de Green Peace en diferentes lugares del mundo, aun a riesgo de sus propias vidas!  Preservemos un trozo de este hermoso jardín planetario aun cuando sea, para nuestros descendientes, aún al costo de reprimir un poco nuestros impulsos consumidores o la comodidad que la electricidad termo abastecida nos ha significado en ascendente espiral en las últimas décadas.                 

§ 8. Valledupar y la contaminación ambiental en el contexto nacional

Nuestro hermoso y cristalino río Guatapurí, alimentado con el deshielo permanente de la sierra nevada de Santa Marta, se halla igualmente amenazado, como igualmente lo está el ecosistema circundante de la sierra y las etnias que actualmente la habitan. La depredación maderera ha sido continua y sistemática, bajo la falsa premisa que dicho recurso era inagotable. Actualmente el 17.09% del territorio del municipio de Valledupar se halla dedicado a resguardos indígenas, distribuidos así: 38.156 hectáreas del resguardo Arhuaco y 35.491 del resguardo Kogui-Wiwa. Territorios estos que han de preservarse como santuarios de fauna y flora en feliz consonancia con sus milenarios y pobladores, que lo conservan, quizás porque las perniciosas ideas de la industrialización rampante y mega destructora nunca han formado parte de su forma intrínseca de ver y valorar la realidad. La ciudad ha presentado un vigoroso impulso industrial en las últimas décadas que ha significado un fuerte impacto en su ecosistema local, con el natural resentimiento de sus valiosas fuentes hídricas, pasturas, lo mismo que su fauna y flora.

El intelectual Pedro Castro Monsalvo pronosticaba en  la década del ochenta el inminente crecimiento del desierto de la Guajira y la eventual desertificación de un sector significativo del Cesar, lo cual en su momento quizás pasó inadvertido.      

 

Bibliografía

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[1] Gaia= Gea= Tierra. (En lengua griega clásica). Gaia era en la mitología griega la diosa de la tierra, “la de ancho pecho pardo” al decir del poeta Hesíodo de Beocia en su célebre poema La Teogonía. Diosa que representaba las protofuerzas planetarias y de la cual habrían nacido las demás deidades: el cielo (Ourano), el abismo (Erebo), las alturas (Hiperión), la memoria (Mnemosine), etc.

[2] MIJAILOV, M.I. La Revolución Industrial. Ed. El Pensador Editores. Bogotá (Colombia), 2000. Pág. 70

[3] COGOLLO AYALA, Nabonazar. Cuentos Morales: Carta del Gran Jefe Seattle de 1854 [Chief Seattle´s 1854 oration], (obra inédita). Pág.  40 y ss. (El subrayado es mío)

[4] África es el tercer continente en extensión, con un área emergida de 30.330.000 Kmts. cuadrados; que representan el 22% de la superficie emergida de la tierra.

[5] CRUZ RAMÍREZ, José. El maravilloso Siglo XXI: y los cambios que traerá. Ed. Grupo Editorial Iberoamérica. Bogotá (Colombia), 1998. Págs. 272-273

[6] Cf. STIGLITZ, Joseph E. El Clima Cambiante sobre el cambio climático. Artículo publicado en el periódico EL PAÍS de Madrid (España), 2007.