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Escritor, investigador y humanista colombiano, con estudios en filosofía. Fomentador de los cánones clásicos de la poesía española e hispanoamericana, en un sano marco de patriotismo colombiano y latinoamericano.

domingo, 8 de mayo de 2016

BENDICIÓN A TODAS LAS MADRES DEL UNIVERSO

BENDICIÓN A TODAS LAS MADRES DEL UNIVERSO
Por: Nabonazar Cogollo Ayala

Bendice Dios todopoderoso
A todas y cada una de las madres del universo
A la madre del indigente
A la madre del policía, del soldado y del miliciano
A la madre del educador, del pastor y del ministro
A la madre del dirigente tanto del justo como del injusto
A la madre del que hace el bien en esta amada tierra
A la madre de aquel de quien dicen, que  hubiera sido mejor no haber nacido
A la madre del hermoso, a la madre del feo
A la madre del malvado y del desalmado
A la madre del mal hablado y a la de aquel que habla como los ángeles
A la madre del poeta inspirado en las alturas
A la madre del que ama, a la madre del que sufre
A la madre del enfermo y del deforme
A la madre del sano, a la madre del deportista
Y la de todos aquellos que aportan al tejido social
Y aun a las de los que tienden a destruirlo

Bendice Dios todopoderoso
A todas y cada una de las madres del universo
Porque en su función de ser fuentes dadoras de vida
No entrevieron el porvenir, quizás porque les está vedado entreverlo
Porque son madres
Y por amar, aun cuando no sean amadas ni reconocidas
Son la imagen misma de Dios
Al dar la vida nutricia
Como  la hoguera crepitante
De la cual se derivan
Las candelitas de nuevas y luminiscentes existencias

Bendícelas Dios todopoderoso
Hoy y siempre

Amén

Madrid (Cundinamarca)
Mayo 11 de 2014

domingo, 1 de mayo de 2016

UN EPISODIO DESCONOCIDO DE DON QUIJOTE CONTRA LOS MOLINOS DE LA MANCHA


UN EPISODIO DESCONOCIDO DE DON QUIJOTE
CONTRA LOS MOLINOS DE LA MANCHA
Por: Nabonazar Cogollo Ayala

Y don Alonso Quijano iba aquella mañana por la llanura de Montiel bajo el beso susurrante de la brisa del otoño, acompañado por el buen mesonero Sancho Panza. Freston lo miraba entre las frondas de la arboleda circundante, invisible siempre invisible. Sus dedos de gélido aire agitaban las copas y su sibilina voz conquistaba las alturas, profiriendo amenazas contra el caballero de la triste figura.

-¡Morirás sucio y macilento caballero! ¡Morirás!
-¡Oíd Sancho! Oíd lo que dice ese malnacido hechicero en mi contra… ¿Lo podéis oír?
-No mi señor Quijano, eso que vos oís no es otra cosa que la voz del viento entre pinos, sauces y cipreses…
-¡A fe mía que, no te lo digo! Es más poderoso que el mismísimo mago Merlín de Tintajil,  más maligno que el Minos de los círculos del infierno dantesco y más perverso que Barrabás el hebreo.
-No entiendo nada de todo eso que decís; yo solo os digo que esos susurros son solo viento, nada más.
-Mirad, mirad ahora como ha metamorfoseado en la haz de la llanura a los árboles en gigantes desaforados que se dirigen amenazantes hacia nosotros, Sancho… ¡Mirad!
-Los vientos mueven las aspas de los molinos de la región manchega, mi señor, dado que por aquí abundan en gran número… ¡Vos veis lo que queréis ver!
Y una sonora voz de ultratumba se dejó oír en los confines de la mente de don Alonso…
-A vos, triste y ralo caballero… ¿qué os trae por los campos de Montiel?
-¿Y vos quién sois?
-El rey de los gigantes que vuestra mente bien adivina en los molinos de la Mancha… ¿Hacia dónde corréis ahora a galope tendido? ¿Y quién es ese pintoresco personaje que a lomos de jaca viene tras de vos como alma que lleva el diablo, lanzando gritos e imprecaciones?

El viento mesaba los hilos de plata de la frente de don Alonso. Rocinante exhalaba sus últimas fuerzas corriendo en dirección de los molinos…

-¡Voy contra vosotros, denodados hijos del Averno! Criaturas maléficas hijas de las artes hechiceras de mi archienemigo Freston… ¡Ea Rocinante! ¡A contra ellos!
-Ja que me haces reír, viejo enjuto, seco de carnes y de caletre…  Nada contra nosotros podrás, somos veintenas que forman centenas… Surgimos del mismísimo Tártaro… ¿creéis acaso que contra nosotros prevalecerás? ¡Ni Urganda la del Amadís derrotarnos pudo! ¿Creéis acaso que podréis vos, con tan escasa fuerza y a lomos de tan escuálida cabalgadura? Ha mucho que dejasteis de ser fuerte, no pretendáis en el cenit de vuestra senilidad derrotar a los señores del abismo…

Y los gigantes movían ahora sus enormes brazos al vaivén de la brisa otoñal. La impresionante visión avivó aún más la imaginación de don Alonso quien veía ahora al propio Arcalaús el encantador venir a su encuentro, mostrando unos amarillentos colmillos en una boca desmesuradamente abierta, como la entrada llameante del infierno.

-¡Contra vos iré, malnacidos hijos del encantamiento de Freston! ¡No os temo!

Y las enormes garras de Arcalaús izaron por los aires a Rocinante y a su intrépido jinete, quien intentaba lancearlo sin mucha suerte. Las sonoras carcajadas de Freston resonaban ahora hasta los centros mismos de la tierra, que parecía conturbarse rabiosa…

-Don Alonso que no lo hagáis… ¡Deteneos, deteneos! Son solo molinos…
-Dejadme Sancho, dejadme… que toda esta inenarrable aventura sea por el amor de la sin par Dulcinea del Toboso, mi amada señora…

Y aquellas enormes manos estrujaron al flaco caballero como si de un pelele se tratara, para luego zarandearlo y lanzarlo por los aires. Hubo traquetear de huesos, costillas partidas y muelas saltadas de sus encías. Pero sobre todo, un abultado ego maltratado y mal herido.   El ideal de las causas perdidas se había estrellado una vez más contra la febril ilusión de los monstruos feroces que contraatacan sin tasa ni medida. La idea abandonaba una vez más su nicho romántico para afrontar los duros golpes de la postmodernidad galopante, de la realidad insensible.  Idea que abandona su ser de sí para estrellarse alocada contra los muros de la infamia, el desdén y la desdicha de un mundo convulso  que procura su autodestrucción.  El denodado orate de los ideales, las artes y las humanidades, persigue las voces de su delirio al lanzarse contra el feroz ataque de la tecnocracia en ciernes que tecnologiza y zahiere, con los terribles encantamientos de las facilidades de la vida, que a la larga llenarán sus bolsillos de oro. ¡Ah don Quijote, don Quijote! Ciertamente que no has muerto, pervives en los que creemos en los valores significantes de la existencia humana.
01/05/2016