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Escritor, investigador y humanista colombiano, con estudios en filosofía. Fomentador de los cánones clásicos de la poesía española e hispanoamericana, en un sano marco de patriotismo colombiano y latinoamericano.

domingo, 15 de diciembre de 2024

GAIA (poema)

 


Gaia

Por: Nabonazar Cogollo Ayala

“Solo la verdad triunfa”

                                                                                                          (Vedas)

Suena en la arboleda aquel cantar de vieja data

entre el mi bemol de un mundo de vibrantes cantilenas

entre nítidos gorjeos de unas aves migratorias,

y una tierra que renueva sus destellos en la aurora

que renace de un pasado ante el embate de los tiempos.

I

Madre Gaia, madre buena

que arropaste entre tu manto los senderos y el vibrante manantial de la montaña

entre el cántico y la brisa que conduce fumarolas de los géiseres

más allá de donde la vista difumina los alcances del otero

entre el haz de la llanura donde el búfalo mugidor apacentaba;

entre islas modeladas por deidades legendarias

o en las cimas montañosas de señores de inasible procedencia

que horadaban el ombligo de la cósmica serpiente.

 

Madre Gaia, madre buena, Gran Serpiente, Pachamama…

dios del sol o diosa luna, diosa madre, Bachué o Chiminigagua…

 

Unas aves esplendentes se formaron y salieron del volcán de tus entrañas

y esparcieron la luz blanca de tu cuerpo por doquiera

y la tierra se hizo tierra y del agua salió el agua, surtidor hecho frescura;

del capullo fue el capullo

y un jardín de inflorescencias sus esencias más sutiles exhalaba…

y el incienso fue tu aliento como el vaho de la anaconda

o la nítida humareda de un volcán que regurgita fuego eterno

manantiales de amatista fueron vida en la floresta

y el mundo se hizo mundo y el océano fue una lágrima robada,

de esmeraldas submarinas entre anémonas de seda…

 

Madre Gaia, Yemayá de los yorubas, Mawu de las tierras africanas,

Amaterazu entre el nipón o la Tellus del romano entre calendas y legiones…

Decantada en la infinitud del tiempo que desanda

sus pasos nuevamente una y otra vez en un ciclo que deslíe

los gránulos de oro en la cratera del tiempo y el espacio.

 II

Los hijos de los hijos del primate inteligente, autoconsciente…

de aquel que se recubre con la ínsita vergüenza

que amedrenta a los de su especie;

te han herido con el fuego de la industria desbordada,

con sus tristes fumarolas de fatídicos aromas

como incienso de altos hornos incensantes…

 

Madre buena, madre pura, madre eterna Pachamama

y tus lágrimas salobres cual cristales diamantinos

salpicados con el fuel de las fábricas

que opaca tu mirada centelleante entre las brumas

ha manchado la tersura de la alfombra en tus boscajes

ha dañado aquella atmósfera azulina de traslúcida crisálida

y la grácil mariposa fue disuelta en su capullo primigenio,

por los ácidos industriales que desecan

con la faz tornasolada que es la muerte y da la muerte

y la etérea mantellina la que ostenta cráteres impávidos en el rostro;

y el ozono se adelgaza como la delgada capa del invierno se hace velo

sobre la faz de las lagunas de Siberia o de la Columbia Británica…

Depredar y dar la muerte

explotar de manera inmisericorde a la naturaleza blanca;

es la norma imperativa de la modernidad que avanza en su imparable cabalgata,

modernidad que aduerme la conciencia de la vida

por la vida hacia la nada, hacia la plástica apariencia,

posmoderna vida nueva que emergiera tecnológica

proyectada al más allá de la esfera de la tierra, madre tierra;

posmodernos los desiertos que ahora crecen en sus dunas galopantes

bajo el manto de la luna;

de una luna que la observa con su fúnebre mirada,

de la plácida Selene, la Selene de la hélade europea

o la Chía de la sabana americana en las tierras prehispánicas del muisca;

o la Chandra de la india en el Indostán de la madre Ganga

bajo el rayo selenita sufre el alma de la tierra

con el lívido gemido de una cría que se adelgaza;

Y el sollozo entre estertores

no lo escuchan los magnates de las fábricas insomnes

por su amor a las monedas

el que arrostra la sordera e insensatez en la conciencia.

III

La conciencia se revuelve sobre sí misma como un oso de la Antártida

y las voces se levantan con el grito ¡muere Gaia!

Pachamama hecha un ovillo entre los Andes lo repite

y sus dedos que se extienden a lo largo de la América sureña,

hoy se crispan en el gesto de anular la producción que contamina.

 

Diosa tierra, padre y madre, que alimenta nuestro espíritu y esencia

hoy el mundo lo demanda ¡no haya más lixiviaciones!

Que mitiguen sus efectos los exostos y las fábricas humeantes…

la conciencia no da espera y las especies hoy se extinguen

por la ausencia de aquel mundo de su estancia primigenia

por la muerte del embrión que se reemplaza por la semilla transgénica;

por la vida acomodada al capital sin más conciencia

que la acumulación salvaje de riqueza entre divisas y oropeles

que falsean el estado de la tierra con imágenes falaces.

 

La fatal desecación de los acuíferos es muerte

y los bosques reducidos a desiertos son la vida desplazada

hacia un mundo que recuerda los paisajes de la luna

o del gran planeta rojo con llanuras calurosas…

 

La conciencia no da espera, la conciencia de las verdes esperanzas

se renueva como plántula que busca un mundo nuevo

en procura de las brisas y la calidez deseada,

para así abrir la corola de sus pétalos sonrientes

en un ámbito amistoso con la Gran Madre Pachamama,

con Baiame de las tierras australianas

o la Gaia del heleno que respira con el hálito del mundo

o con Prithvi la gran madre de las tierras de Bharata en la India milenaria.

 

La conciencia no da espera, la conciencia se hace verde;

el espíritu del mundo es el aire, es el agua, fuego y tierra,

en armónico equilibrio con la producción deseada

que respeta los paisajes y mantiene la arboleda

en la faz de Pachamama o de Gaia o de Parvati.

 

Esta fue la voz de la Gran Madre que vibró en los robledales,

en Northumbria y en Galicia con sentir de muchas almas;

y también en Suramérica y en las tierras del naciente

hasta el poniente y dondequiera que su voz sonora llega…

 

Quiera el tiempo que la escuchen

y se vea recompensada;

y su grito no sea en balde

y sus ecos sean caricia que despiertan las llanuras a la vida

con la magia en la floresta que conquista a la conciencia,

con la magia en voluntades que defienden la existencia,

con las manos siempre unidas por amor a ti, Gaia.

Noviembre 10 de 2024

Madrid – Cundinamarca

Colombia