EL
CUADERNO PERDIDO
Yo
había entrado a trabajar al Instituto Superior Cooperativo, en la calle 80 con
carrera 77 en Bogotá, año 2004. Ya habían transcurrido aproximadamente dos
meses desde mi ingreso en el mes de junio. Era profesor de metodología de la
investigación desde grado sexto hasta undécimo. Hice la primera recolección de
cuadernos de los cuatro sextos que entonces había allá, me quedé dos fines de
semanas completos y los califiqué todos, en sala de maestros. Llegado el lunes
los devolví a sus pequeños dueños. Un niño medio rubio de enormes ojos verdes y
escasos once años, se me acercó hasta mi mesa y me dijo…
-Profesor… ¡Tú no me devolviste mi cuaderno y yo te lo
entregué!
Yo le dije un poco contrariado…
-¡Cómo que no lo devolví! Yo no tengo cuadernos de sexto, ya
los devolví todos. Tengo de otros cursos…
Y el
niño muy compungido me tornó a mirar y esos ojos se llenaron de lágrimas, para repetirme…
-¡Yo te entregué mi cuaderno!
Se me atoró un nudo en la
garganta y le dije:
-Hijo, cálmate. Si tú me lo diste yo lo debo tener
entonces. Lo buscaré con más calma entre los que quedan de otros cursos.
Así lo hice y el cuaderno apareció.
Cuando se lo devolví pasados unos días el sol se iluminó en su rostro que
dibujó una sonrisa…
-Gracias profe, este es mi cuaderno… ¿Me fue bien?
-Claro hijo, tuviste 5.0
Ese
niño era David Díaz Sanabria con quien a veces charlo doce años después. Ya no
es un niño pero aquel primer encuentro con él cuando era un tierno infante
nunca lo olvidé y ahora lo convierto en crónica para mis amables lectores.
NABONAZAR COGOLLO AYALA
Madrid –
Cundinamarca
Septiembre 17 de
2016
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