DOÑA ZORAIDA Y EL
EUCALIPTO
Por: Nabonazar Cogollo
Ayala
Zoraida Cadavid de Sierra, la matrona
Cristiana quien fundara prolífico un hogar
Que ofrece sano albergue a niñas de la zona
Sin medios que permitan sus metas alcanzar.
Paseaba cierta tarde en el parque del centro
De entonces Serrezuela, pensando sin cesar…
¿Y qué la entretenía? Llevaba muy adentro
El pálpito frecuente del prójimo ayudar.
Camina pensativa entonces va y se topa
Con un hermoso árbol en medio del lugar;
Encuentra un eucalipto magnífico en su copa
Que esparce en todo el parque espléndido
aromar.
Zoraida lo contempla, su heráldica hermosura,
La asocia con sus pares que viera allá en
París…
¡Por
Dios que eres muy grande! Perfecto en tu factura,
Con
fronda cuya esencia perfuma suave anís.
Si el
Dios del universo me diera la licencia
De ser
como tus ramas y a todos guarecer.
Librarlos
del ultraje del tiempo y su inclemencia
¡Vería
realizada la luz de mi deber!
El árbol que las voces escucha de Zoraida
Despierta y le responde con tonos de bondad:
Señora
eres muy rica ni Pedro el de Betsaida
Cuando
Cristo lo ungiera tuvo tal heredad.
Tienes
los medios prestos para brindarle a aquellas
Que
sufren en la vida, carencia y protección.
El Dios
del universo te dio personas bellas
Que son
como tus brazos dispuestos a la acción.
Si un
día tú faltaras, matrona inigualable,
Seguro
que tu obra habrá de derrotar…
El paso
de los tiempos en la base insondable
Del
firme pensamiento cristiano de tu actuar.
Zoraida marchó un día, pero en su testamento
Dejó bien expresada la firme voluntad.
De hacer la noble casa que diera fiel
sustento
Y techo a cuantas niñas amaba de verdad.
¡Que el
Dios del universo te tenga entre su seno!
Señora
bendecida, fanal de eterna luz.
Porque
tu fiel espíritu de amor siempre sereno,
¡Sufrió por el mandato del que murió en la cruz!
Madrid (Cundinamarca)
Agosto 31 de 2017
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