HOMENAJE AL MAESTRO MANUEL ANTONIO
AVENDAÑO CASTAÑEDA
(oda)
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
-I-
Manuel Avendaño fue el
genio del piano,
El niño prodigio que al
mundo asombró…
Un hombre menudo de ser
soberano
Que en teclas sonoras
laurel conquistó.
Nació en el hogar de
Don Pedro Avendaño
Y de Guillermina, de
sexto nació.
Perdió la visión por
insólito daño
Empero la luz en su ser
floreció.
Nació en Sogamoso,
ciudad del acero
Y el sol, que deslumbra
con limpio fulgor.
Las letras primeras
cursó con esmero
En la capital que
acunara su amor.
El más pequeñito en el
noble colegio
Era Manuelito, su ser
cautivó;
A los compañeros con
límpido arpegio
De prístinas risas que a todos les dio.
Un día al colegio llegó
un visitante
Un gran personaje de
lustre y valor.
¡Era el presidente! Con
serio semblante
Manuel le dedica el discurso
de honor.
Tocado en la fibra el
sin par estadista
Lo abraza y lo besa con
gran emoción…
¡Un millón de gracias!
Le dice y palpita
El alma del niño de
gran corazón.
Manuel va creciendo, su
ser se desfoga,
El piano es su dicha,
su gran ilusión.
En claustro jesuita se
ciñe la toga
Del gran bachiller que se
lanza a la acción.
Ingresa muy joven al
Conservatorio
Donde su talento brilla
como el sol.
Estudia abnegado, se ve
su escritorio
Repleto de apuntes cual
oro en crisol.
-II-
Manuel es modelo de
estudio y sapiencia
Y todos lo imitan en la
Facultad.
Sus dedos de oro
muestran suficiencia
Tocando sonatas y fugas
de Bach.
El joven estudia algo
más de seis años
Y sale a luchar en la
dura ciudad.
Toca en matrimonios,
toca en cumpleaños
Se labra una fama
ganada en verdad.
Un día Cupido llegó a
su ventana
Y rosas galanas dejó en
el portal…
Una chica hermosa cual
fiel porcelana
Cautiva a Manuel en el
limpio rosal.
Manuel y Teresa se
casan, la vida
Da un giro en ascenso hacia
la inmensidad…
Nacen cuatro niños, la
unión bendecida
Da frutos radiantes de
fe en mocedad.
Fue Martha primera,
cual sueño adorado
Que alegra a la joven
pareja ideal.
Y Fabio el segundo,
llegó señalado
Como el estudioso de
luz eternal.
Y Cristian Andrés, fue
el amor de sus ojos,
Gracioso cariño de
afecto filial…
Más Alba Mireya le
adora de hinojos
¡Es rosa más dulce que
un rico panal!
Manuel compra casa y
adquiere ese piano
Que añora de joven,
como un ideal…
Un piano alemán que al
sonar en su mano
¡Resuena imponente con
voz inmortal!
Ya tiene renombre en
Colombia el pianista,
También organista y
creador musical.
Manuel Avendaño la altura
conquista
Con su arte armonioso de
son celestial.
-III-
Los años pasaron los
hijos crecieron
Manuel se hizo grande
en la fama también…
La unión amorosa que
ayer decidieron
Manuel y Teresa, dio
fin con gran bien.
Y el gran organista
siguió su destino
Ganando laureles,
cumpliendo el deber…
El sabio maestro fundó
con gran tino
Aquella coral de
renombre doquier.
En su madurez conoció
Manuelito
Una chica dulce de
suave querer.
Lucella Quintero, quien
dio un pequeñito
De amar y dulzura, fue
Diego Javier.
Los últimos años
ochenta llegaban
A la casa grande de
Santa Isabel…
Llegó un jovencito, su
rostro bañaban
Grandes ilusiones de
gloria y laurel.
Buscaba al maestro para
que pusiera
En música el himno de
un serio plantel.
Así se conocen quienes
compusieran
Mil himnos de grado,
colegio y vergel.
Llegados los años
noventa el pianista
Le pide a este joven le
ayude al hacer…
La Tesis que al sabio
maestro permita
La licenciatura que
aspira a obtener.
Así se conocen Manuel y
el letrista
Con quien grandes obras
surgen en tropel.
El Título llega y el
sabio pianista
Logra un nuevo escaño cual
alto escabel.
El noventa y siete
trajo un desafío
Que juntos prometen con
gloria vencer.
Hacer del Cesar un
cantar hecho río,
Un canto que exprese
esa tierra en su ser.
-IV-
El Himno al Cesar se escribió sin tardanza
Manuel le creó su melódica
faz.
Se manda al concurso, donde
la esperanza
Es grito de euforia y
afán pertinaz.
Unánime dice el jurado
en el texto
Del acta final: “Es el himno triunfal”…
Entre dieciséis,
ganador sin pretexto
¡El sabio corona un
laurel nacional!
La vida en sus vueltas
dio un giro violento
Manuel viaja entonces a
Valledupar.
Junto con el joven quien
va muy contento
En pos de aquel
triunfo, don Nabonazar.
Mauricio Pimiento es el
gran mandatario
Quien da a los autores
del Himno al Cesar…
El premio feliz cual
honroso palmario
De amor a esa tierra de
airoso cantar.
Así Manuelito pisó con
grandeza
El mundo del triunfo
con gloria inmortal.
Entró al historial del
Cesar, la belleza
Del himno es corona de
luz celestial.
Manuel se nos fue cual
farol en la altura
Lleno de grandeza y
virtud sin igual.
¡Dejó cinco hijos, su
viva figura!
¡Dejó su legado de luz
musical!
Su gran ascendiente
jamás lo olvidamos
Tampoco esa obra de ser
colosal.
Arreglos corales y un
himno que amamos
Por ser de sus luces el
hijo inmortal.
Más himnos doquiera de
varios colegios,
Canciones y valses,
sentir eternal…
¡Manuel recordamos, como
sortilegios,
Tus muchas creaciones
de acento marcial.
-V-
Tus hijos te adoran,
Manuel siempre amado
Y como abuelito fuiste
sin igual…
Muy consentidor, el
abuelo soñado
Por esos chicuelos de
amor tan filial.
Con ellos cantabas
rondas en el piano
También villancicos en
la navidad.
Los niños miraban como
de tus manos
Brotaban canciones con
facilidad.
Jugabas con ellos como
un pequeñuelo
Fuiste compañero de
juego a la par.
Cantabas, reías,
gritabas señuelos
Manuel esos nietos no
te han de olvidar.
El padre creyente,
católico nato
Que misas tocaba, muy
tradicional…
Tú fuiste ese hombre de
juicio sensato
Que siempre orientaba con
fe hasta el final.
Tu piano en silencio
repasa tu ausencia,
La estancia tus notas
extraña a cual más.
Manuel, le pedimos a
Dios dé clemencia
A tu alma consciente y
te ofrezca su paz.
Tu obra se encuentra en
tu archivo guardada
Colombia impaciente la
anhela escuchar…
Tus hijos verán cómo
desempolvada
Renace a la aurora cual
sol tutelar.
Manuel Avendaño
doquiera te encuentres
Imploro al gran Dios te
dé paz celestial.
Y bañe tu rostro con
luces de oriente,
Y ponga un lucero en tu
ser colosal.
Jamás te olvidamos, tu
nombre sonoro
Es límpida nota de gran
majestad.
¡En el cielo hermoso
tus manos de oro
Tocan el concierto de
la eternidad!
Madrid
(Cundinamarca)
Enero
11 de 2014
NOTICIA HISTÓRICA: Cualquier día del año de 1994, en alegre y amena tertulia
con ese inolvidable amigo que fue el maestro MANUEL ANTONIO AVENDAÑO CASTAÑEDA,
comentábamos sobre aspectos varios: música, los vallenatos de Carlos Vives,
himnos, etc. Y en esas sonó por la radio, allá en su casa del barrio Santa
Isabel (Bogotá), la hermosa y sentida canción del maestro Rafael Escalona
Martínez, titulada JAIME MOLINA, en
la versión de Carlos Vives. Al calor del bello cantar vallenato yo le dije:
-Maestro, le propongo algo… Si yo me muero
primero, usted me compone una marcha fúnebre, al mejor estilo de la Marcha de
Gounod. Y si es usted quien se marcha primero, yo le escribo un sentido poema…
¿Le parece?
-¡Claro, don Nabonazar! Pero otra cosa… si
usted se muere primero, me deja también su carro… ¡ja, ja, ja! Así sería
siempre, eternamente recordado…
-Claro maestro, ja, ja, ja…
Los
años pasaron y el inolvidable maestro Avendaño Castañeda se marchó a las
regiones de la eternidad aquel 1° de abril del año 2009, a la edad de 75 años.
¡Qué duro era tener que cumplir aquella promesa, ofrecida al calor de una
chistosa ocurrencia! Tardé años en reponerme y conseguir el necesario
equilibrio emocional para poderlo acometer. Finalmente le escribí el poema
prometido. Aquí está. Es una forma de hacerlo inmortal en las letras. Dios lo
tenga en su santo reino hoy y siempre, inolvidable amigo y padrino de
matrimonio. Amén. NCA
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