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Escritor, investigador y humanista colombiano, con estudios en filosofía. Fomentador de los cánones clásicos de la poesía española e hispanoamericana, en un sano marco de patriotismo colombiano y latinoamericano.

miércoles, 13 de enero de 2016

LOS EFECTOS PSICOLÓGICOS DE LA EXCLUSIÓN

LOS EFECTOS PSICOLÓGICOS DE LA EXCLUSIÓN 
Por: Nabonazar Cogollo Ayala

Una forma de atentar directamente contra el ego de una persona es hacerle manifiesto nuestro deseo de que ella no forma parte de nuestro grupo social inmediato. No obstante, en la sociedad la exclusión se encuentra formalmente institucionalizada, al menos en algunos casos. Cuando un estudiante egresado de grado undécimo aspira a una universidad colombiana y luego de seguir todo el protocolo de admisión, es notificado que su aspiración ha sido denegada porque su desempeño en el examen de admisión fue bajo, estaríamos ante una forma de exclusión regulada y reglamentada, no arbitraria. Se entiende en este caso que la inclusión solo le estaría permitida a cierto tipo de personas, dada la evaluación previa de ciertas competencias de índole cognitiva, en un marco reglamentario previo, conocido y avalado por todos. 

La exclusión que más hiere y lesiona nuestra autoestima es aquella que depende directamente de la voluntad de alguien a quien conocemos de cerca y que por lo tanto, consideramos próximo o allegado. Nos hiere mucho y nos lesiona que nuestro mejor amigo no nos invite a su fiesta de graduación, cuando todo había parecido indicar que así lo haría.  Nos hiere mucho y nos lesiona que una persona a quien estimamos como un hermano nos haya asegurado que nos iba a llamar para formar parte de un grupo de trabajo altamente remunerado. Y posteriormente evidenciamos que fuimos excluidos y que se contó con el concurso de otras personas.  La exclusión varía de tono e intensidad en su efecto psicológico en nosotros, según la forma como se nos comunique la negativa. Miremos algunos ejemplos:

1.    ¡Tú no vas a ir con nosotros al paseo! (En un tono tajante, que puede sonarnos ofensivo).
2.   ¡Cuánto lo lamento! No resultaste elegido. Otra vez será… (En un tono afectuoso y considerado).
3.   ¡Qué vas a ir con nosotros! Nooo, ni de riesgos. ¡Pailas! (En un tono categórico que suena por ello humillante).
4.   ¡Perdiste! Tuqui tuqui lulú. (Haciendo un gesto de golpecitos contra el cuello) (En un marcado tono irónico que hace sentir muy mal al otro).
5.   Esta vez no pudo ser, pero de pronto en el futuro. ¡No hay que perder las esperanzas! (En un tono comprensivo y conciliador).
6.   Lo lamento, decidimos entre todos que a ti no se te iba a hacer ese favor. (En un tono desapasionado que busca ser objetivo y lo logra).
7.   ¿Qué tú qué? ¡No sueñe mijo! ¿Qué le pasa? ¡Usted no! (En un tono que más que irónico ya es irrespetuoso).
8.   Usted lo que es, es una “trepadora”… ¿Cómo se le ocurre? ¡No sea “igualada”! (En un tono desafiante que invita al conflicto).
9.   A partir de hoy no se le permitirá el ingreso a esta sala. (En un tono neutral y categórico, como para no dejar dudas de la orden impartida).
10.               Usted no nos acompaña a partir de hoy, porque no está preparado para hacerlo. (En un tono técnico o profesional que busca ser más racional que emocional).
11. Etc.

¿Por qué nos hiere y nos lesiona tanto la forma como se nos comunique una negativa? Porque el NO es difícil de ser aceptado por el común de los seres humanos. Y la exclusión es la materialización, en el ámbito social, del no. Es por ello que debemos tener mucho tacto y dotes diplomáticas cuando la vida nos lleve a decirle NO a alguien. ¿Por qué? Porque podemos herir sus sentimientos. Si aparte de la negativa (que ya es dura de sobrellevar) la otra persona se lleva el mensaje -que facialmente le hemos transmitido, por ejemplo-, de nuestro regocijo por dicha negativa, tendremos una persona resentida contra nosotros y con claros deseos de venganza. Para evitar todo eso, es mejor escoger muy bien las palabras con que hemos de transmitir la negativa, mirar a la persona fijamente a los ojos para transmitirle seguridad y darle el mensaje en un tono afable y conciliador. Evitar las expresiones emocionalmente cargadas porque lesionan y hacen daño. La autoestima de la otra persona podría salir lastimada o resentida y ello lo debemos evitar a toda costa.


El Yopal (Casanare), 2012

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