EL NIÑO Y LA PIEDRA DE LOS VARADOS
(Fábula)
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
Cierto niño alguna
tarde
Con un gesto
desenvuelto
Canturreaba entre las
calles
En el centro de Madrid.
En un velo neblinoso
Se miraba todo envuelto
Mientras tanto iba
comiendo
Dulce pan de ajonjolí.
Al llegar a la avenida
Donde estaba aquella
piedra
La que llaman de
varados
Se quedó parado allí…
Y pregúntase intrigado:
Esta roca tetraedra…
¿Es mojón de los caminos?
¿Por qué yo antes no la vi?
Y la piedra que lo
escucha
Se despierta en ese
instante
Con un límpido bostezo
Que responde al
colegial…
¡Hola niño madrileño!
¡Saludarte es fascinante!
Porque nadie nunca observa
Mi gallardo pedestal.
Te preguntas… ¿Cómo ha sido
Que el ovillo de los tiempos
Me ha fijado en este ángulo
De senda vieja y real?
Con orgullo te lo cuento,
Sin afán ni contratiempos
Porque tengo todo el tiempo
Y es mi vida un historial.
Por allá en el diecinueve
Terminando el siglo viejo
Esta senda transitaban
Los viandantes al viajar…
De Madrid a Subachoque,
Como un pálido reflejo
De las eras que vendrían
Con el tren al trepidar.
Desde aquí salían carruajes
Con sus cargas de hortalizas…
Desde el centro a Barroblanco
Y hasta a Facatativá…
Campesinos se miraban
Con sus yerbas y chamizas
Y racimos plataneros
Entre fiel maracuyá.
El Madrid de aquellos tiempos
Era sano y muy calmado!
Y sus calles siempre solas
Se miraban al pasar.
En la senda caminera
Donde yo daba el recado,
Procedencias y destinos;
No abundaba el transitar.
Pero dime, piedra vieja:
¿Cómo era el campesino?
¿Qué vestían las mujeres?
¿Qué llevaban a ofertar?
Esos viejos madrileños
Se cubrían con desatino
Con sus ruanas siempre gruesas
¡Viejas prendas del telar!
El calzado era
alpargates
Y el machete siempre al
cinto;
Pantalones tosca lona
Los cubrían sin cesar.
Poco hablaban, siempre
huraños
Con su rostro
variopinto
¡Esos eran los abuelos
De esos tiempos del
solar!
Las abuelas similares
Entre ruanas como
esteras;
Con sombrero jipijapa
Defendían su tez del
sol.
Aunque el rey poco
salía,
Más las brisas
sabaneras
Atezaban terso cutis
De ese rostro de
arrebol.
Tan menudas,
silenciosas
Eran damas madrileñas
Con su porte de poblado
Y su magnífica actitud.
Poco hablaban las
señoras
Así fue desde pequeñas;
Y así entero las
formaron
En la flor de juventud.
¿Qué ofertaban? Cosas
varias
Cual cerámica y artesas
Que artesanos las
hacían
Con muy fina precisión.
Entre múcuras, tinajas,
Con espermas de
pavesas…
¡Todo, todo lo vendían
Bien llegada la
ocasión!
Hoy recuerdo, niño
bello,
El Madrid de tiempos
idos
Aunque el tiempo haya
pasado
Sin oficio me quedé.
Aquí sigo en este
ángulo
Donde desapercibidos
Todos pasan con premura
Y ninguno ya me ve.
Ya no hay tren, ni los
caminos
Desde el pueblo a la
vereda
Le interesan casi a
nadie
Y el progreso los dejó…
Automóviles y buses
Con su eterna polvareda
Convirtieron en
trebejos
Lo que el tiempo
construyó.
Gracias niño madrileño
Por fijarte en estas
caras
Que en la piedra iban
diciendo
Las distancias y el
lugar.
¡Mucho aprecio tu
interés
Porque historia
descascaras
Y del cuarto San Alejo
Resucitas sin dudar.
¡Piedra hermosa del varado,
Son grandiosas tus lecciones!
Cual recuerdos de esos tiempos
De esta tierra sin igual.
Llevaré a mis compañeros
Todas tus evocaciones
Y entre todos, bello libro
Escribiremos al final.
Pues Madrid es tan hermosa
Como flores jardineras,
Pabellones y banderas
La decoran con amor.
Hoy y siempre, te lo juro,
Esas glorias verdaderas
Llevaré en el alma entera
Con magnifico fervor.
Madrid (Cundinamarca)